¡Qué extraños turistas!

¿Precursores de Magaluf?

¡Qué extraños turistas! | ¿Precursores de Magaluf?

¡Qué extraños turistas! | ¿Precursores de Magaluf? / CREADO CON ADOBE FIREFLY

Joan Riera

Joan Riera

Pregunta, ¿qué sabe de los vándalos en Mallorca? Por una extraña asociación de ideas, la mayoría de interrogados comienza a despotricar de Magaluf, del turismo de borrachera y del balconing. La idea que ronda inmediatamente sus cabezas se corresponde con la primera acepción del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: «Adjetivo. Dicho de una persona: Que comete acciones propias de gente salvaje y destructiva». Pero no, este capítulo de la no historia delirante del turismo se refiere a la segunda definición: «Adjetivo. Dicho de una persona: De un pueblo bárbaro de origen germánico oriental procedente de Escandinavia».

Estos nuevos visitantes conocieron Mallorca gracias a los romanos. Los generales comenzaron a reclutarlos para librar sus guerras civiles. Al final, los mercenarios acabaron quedándose con todo el imperio occidental. Se adueñaron de las Galias de Astérix y Obélix. Después de la península ibérica. En el 429 cruzaron el estrecho de Gibraltar. Y así, como quien no quiere la cosa, conquistaron el norte de África y se instalaron en Cartago.

Los vándalos se percataron de que la ruta más corta entre África y el sur de la actual Francia pasaba por Mallorca. Dicho y hecho, en el 455 ocuparon la isla y la convirtieron en una especie de hub como el que permitía a Air Berlin redistribuir a sus clientes. En cierta forma, Air Algerie copió siglos después la misma idea. Sus vuelos hacían escala en Palma y Jaume III se llenaba de compradoras que, dólar en mano, asaltaban Galerías Preciados. Durante muchos años, Mustafá, delegado de la compañía aérea magrebí, fue un asiduo de los actos sociales palmesanos.

Los vándalos no dejaron demasiada memoria de sus vacaciones mallorquinas. Por dos razones. La primera es que jamás fueron partidarios del turismo de masas. Llegaban en grupos reducidos y a lo suyo. Un poco de negocio y otro tanto, se supone, de ocio. Con ellos, las noticias de overbooking jamás acapararon las portadas de la prensa sensacionalista británica.

La segunda causa de su escasa huella es que llegaron muy romanizados. Habían asumido las buenas costumbres, las fiestas y el estilo de vida de la sociedad más avanzada de la época. No tenían necesidad de crear nuevas urbanizaciones ni de construir el monumento a ‘Un turista, un amigo’. Por explicarlo en términos actuales, romanos y vándalos se diferenciaban tanto como un hincha del Arsenal y otro del Chelsea al sol de Mallorca: solo se les reconoce por la camiseta de su equipo. Por lo demás, se ponen rojos al sol, beben cerveza hasta la madrugada y comen rosbif. El ejemplo también serviría con alemanes. En este caso con un hincha del Bayern y otro del Schalke 04. Basta cambiar la carne de ternera asada por chucrut y salchichas.

Pese a lo difícil que resulta distinguir su presencia entre nosotros, se supone que habitaron algunos lugares del interior. Un ejemplo podría hallarse en la fortificación de sa Bastida, en Alaró. Estuvo activa entre los siglos IV y VIII. Las excavaciones que se desarrollan en la actualidad quizás aporten algún dato sobre este pueblo. Los historiadores también consideran que construyeron, o al menos reformaron, algunas de las basílicas paleocristianas de la isla, como la de Son Peretó, entre Manacor y Sant Llorenç; la de sa Carrotja, en Porto Cristo, o la de Cas Frares, en Santa Maria. Con una peculiaridad, los vándalos eran arríanos. Defendían «que Jesucristo es el Hijo de Dios, procedente del Padre, pero no eterno, sino engendrado en el tiempo». Disquisiciones teológicas dignas de una discusión bizantina –los bizantinos pronto entrarán en esta narración en broma–, que no suelen preocupar ni ocupar en exceso a quienes disfrutan de un tiempo de ocio.

Los vándalos, como todos los pueblos que se han asentado en Balears, decidieron complementar el negocio del comercio y del ocio con los pingües beneficios de la piratería. Los romanos de Bizancio se hartaron de unos vecinos tan problemáticos. Justiniano envió a su mejor general, Belisario, que los derrotó en el norte de África en el 533. El vencedor encargó después a Apolinario la conquista de Balears. Así, 79 años después, los romanos –ahora de Oriente– volvían a controlar el mejor destino vacacional del Mediterráneo Occidental. No consta en ningún escrito, pero tampoco cabe descartarlo, que aún vivieran bizantinos que hubieran escuchado a sus antepasados contar maravillas sobre las playas mallorquinas y sus juergas en Magaluf. Perdón. Lo último, no. Esta también es una historia de los vándalos. Pero de los de hoy en día.