­Operarios ponen a punto en Port Adriano uno de los yates de lujo más grandes y caros del mundo, el Leander. En el último pantalán de esta marina de Calvià -hay que dejar atrás el Pitina de Florentino Pérez- bajo un cielo nublado de un gris abismal, trabaja un grupo de hombres en la cubierta superior del barco. Quien vaya a pasar una semana a bordo de esta colosal embarcación de recreo deberá desembolsar casi 400.000 euros, una cantidad que está al alcance de pocos bolsillos, acaso sólo de jeques árabes, multimillonarios, príncipes o reyes. No en balde, en 2008 fueron inquilinos de este yate el príncipe Carlos de Inglaterra y la duquesa de Cornualles, Camila Parker Bowles (quien ya lo arrendara en 2007 para navegar por el Mediterráneo). Ambos realizaron un crucero por el Caribe.

El barco es un palacio flotante de 75 metros de eslora muy bien equipado: piscina, jacuzzi, gimnasio, sauna, barbacoa, diez habitaciones, dos suites dobles, un salón con piano y hasta helipuerto. El yate es propiedad de sir Donald Gosling.