Opinión

La victoria que nunca llega

Cyle Larin intenta controlar un balón en el área de Cádiz

Cyle Larin intenta controlar un balón en el área de Cádiz / Guillem Bosch

Ni con Muriqi ni sin él tienen remedio los males del Mallorca en Son Moix, donde acumula ya cinco empates de seis partidos disputados. A Aguirre la circunstancia no parece preocuparle, si nos atenemos a sus declaraciones previas, ya que no consideraba el partido clave ni vital para el futuro del equipo. Ahora quedan 72 puntos por dirimir, pero de los tres que se jugaban ayer solo se ha sumado uno, otro se fue al limbo, y lo preocupante, al menos para la afición, es que uno se lo lleva un rival directo como es el Cádiz.

Es verdad que el Mallorca mereció algo más que los visitantes, y que hay que respirar aliviados con el golazo del renovado Abdón, porque padecer una derrota hubiera sido fatal.

Este Mallorca no encuentra la manera de fabricar un fútbol creativo, algo que a un equipo limitado en recursos como él es clave. Más de 30 minutos para realizar un tiro a puerta cuando juegas en casa es un mal baremo si lo que se demanda son ocasiones de gol. Larin es toda voluntad -se bregó como un jabato con los dos centrales- pero ese dato que dice que es el delantero de las grandes ligas que más remates ha hecho, hasta 26, sin lograr el objetivo del gol, lo dice todo. Es algo más que una mala racha. Tal vez habrá que acudir a alguien que le quite ese maleficio que parece pesa sobre él.

Sigue habiendo tres equipos peores que el Mallorca en la tabla, pero de continuar con esta dinámica ni el equipo seguirá en Primera, ni Aguirre, el despreocupado, seguirá en el banquillo. El Alavés de Luis García puede ajusticiarle.

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