La crueldad de este final de Liga no tiene límites. El Mallorca dio ayer otro paso más hacia la Segunda División. La derrota ante el Athletic de Bilbao enterró un poco más las opciones de permanencia, cada vez más pequeñas, de un equipo que volvió a ser víctima de sus errores. Un absurdo penalti de Lago y una acción defendida de forma nefasta se lo dejaron demasiado fácil a los vascos, que solo sufrieron en un tramo de la segunda parte, cuando Budimir recortó distancias. Ni siquiera en ese momento los bermellones, que en el Nuevo San Mamés vistieron de blanco, supieron dar un paso adelante para evitar la derrota.

Este palo no es definitivo, sobre todo porque las matemáticas todavía permiten algunas opciones, pero deja tambaleando a los de Vicente Moreno. Sumar un punto de quince posibles después del parón por el coronavirus lo dice todo, por muy complicado que fuera el calendario. Con estos guarismos la salvación, de momento a seis puntos a falta del duelo del Eibar de hoy ante el Granada, es imposible. Quedan seis encuentros, un margen demasiado corto, por lo que hay que hacer un acto de fe para creer en la permanencia. Es lo que hay.

El Mallorca se empezó a diluir como un azucarillo cuando el árbitro decretó penalti. En los catorce primeros minutos había mostrado cierto orden, pero lo cierto es que el Athletic ya había intentado, con sendos disparos de Unai López, sorprender a Reina. Y como a este equipo le crecen los enanos, el colegiado González Fuertes señaló los once metros al considerar que Lago derribó a Raúl García en una contra de los locales. Fue un tropiezo porque el africano ni siquiera miraba el balón, es una acción absurda, pero es penalti. Y el jugador navarro no perdonó. Ahí se inició el principio del fin. La moral de los rojillos no dio para más y se evidenció la fragilidad de un grupo que fue incapaz de levantarse en la primera parte en un escenario tan imponente.

Y como todo puede empeorar, la pizarra de Gaizka Garitano funcionó para elevar la distancia en el marcador. En una jugada ensayada en un saque de esquina, una combinación entre Unai López e Iñaki Williams sirvió para que el joven Sancet marcara con un tiro raso y fuerte. Eso sí, la acción fue defendida de forma horrible por los baleares. El duelo entró en una fase muy cómoda para los vizcaínos y muy dura para los mallorquines, que evidenciarían unas enormes carencias y falta de ideas justo en un momento en el que no le quedaba más remedio que apretar. Dani Rodríguez, Cucho y Salva Sevilla, de falta, lo intentaron a la desesperada, pero sin fortuna.

La dinámica no cambió en la segunda parte, por mucho que Moreno intentara añadir más pólvora con la entrada de Budimir. El Athletic siguió muy cómodo e incluso estuvo cerca de anotar el tercero después de un clamoroso error de Valjent a la hora de ceder el balón a Reina, pero Sancet estrelló su remate en el cuerpo del meta. El Mallorca daba señales de desquiciamiento. Muchos nervios, tanto a la hora de defender, y precipitaciones en el pase, alimentaban la sensación de que la segunda mitad sería una tortura.

No obstante, un derribo dentro del área de Yuri sobre Trajkovski, que había entrado poco antes, cambió el panorama. Budimir, que es una sombra del jugadorque fue antes del parón, lanzó magistralmente el penalti para dar vida a los suyos. Era el minuto 69 y había tiempo para obrar el milagro. Pero había que arriesgar. No quedaba otra. Y ni así fue posible. Un remate desviado de Abdón, que había sustituido a Cucho, fue un pequeño aviso comparado con el siguiente. Dani Rodríguez lanzó un obús desde la frontal de área que se fue fuera por muy poco. Dio la impresión que el Mallorca se había despertado, pero fue un espejismo porque las únicas ocasiones que llegaron desde entonces fueron para el Athletic. De hecho, Villalibre ya habría podido marcar si hubiera dirigido bien su remate. Y Vesga, después, probó fortuna con un disparo que se fue fuera por poco. Fue la antesala del tanto del propio Villalibre, que llegó por otro despiste defensivo, para poner fin a un partido para olvidar. El Mallorca se mantiene con vida, es cierto, pero quizá no por mucho tiempo.