La tristeza, el dolor y la desolación se hicieron un hueco el pasado sábado entre tanta ira, rabia y enojo. Tras 36 años, la afición del Real Mallorca se despedía del fútbol profesional. Casi la mitad de los 3.635 valientes que asistieron al último partido de Liga ante el Getafe, nunca han visto a su equipo batallar en campos de fútbol amateur, de ahí la ira. La otra mitad, los que recuerdan con tesón aquellos tiempos, nunca se habían visto en un enclave tan doloroso, de ahí el dolor.

Las pancartas y los cánticos contra Molango y la plantilla fueron, atendiendo al desenlace de la velada, los avisos menos hirientes que usó la hinchada. Muchos tiraron de ironía para que el trago no fuera tan duro, pero la sátira no fue capaz de calmar la crispación de una afición que llevaba una semana ya descendida. La imagen del consejero delegado, de cara a la propiedad, quedó más expuesta que nunca. Los gritos y cánticos contra Maheta fueron el principal mensaje que retumbó en Son Moix.

Los acontecimientos que se produjeron tras el partido, durante la salida del autocar bermellón, fueron el desenlace de una temporada para el olvido. El mal menor fue lo que jugadores y directiva presenciaron cobijados tras la luna del gran vehículo.

Y tras esa tensa velada, Son Moix, que había 'ardido' entre las peligrosas bengalas y las bombas de humo, se quedó solo, a oscuras, avergonzado seguramente de las desafortunadas formas que usaron unos y del poco cariño que le profesan los otros.