Estellencs actúa contra las cabras salvajes que han ‘colonizado’ su turística cala

El Cofib, a petición del Ayuntamiento ante las continuas quejas vecinales, realiza una acción de control este miércoles y están previstas más en los próximos días

Grupo de cabras en una finca de Estellencs

Grupo de cabras en una finca de Estellencs

Iñaki Moure

Iñaki Moure

El Consorcio para la Recuperación de la Fauna de Balears (Cofib) ha realizado este miércoles una acción para eliminar cabras salvajes en el entorno de la Cala de Estellencs, donde en los últimos tiempos se había llegado a acumular un grupo de unos 70 ejemplares, causando molestias a los vecinos del lugar.

La acción se ha efectuado a petición del Ayuntamiento de Estellencs, según informó el alcalde Bernat Isern, quien defendió la necesidad de la medida, porque estas cabras destrozan cultivos, rompen árboles y causan todo tipo de molestias a los propietarios. Alguno de estos dueños, apuntó Isern, se ha gastado miles de euros en vallar su propiedad, pero, aun así, siguen entrando estos animales.

La actuación realizada a primera hora de la mañana sobresaltó también a otros vecinos, que avisaron a la Policía de que se habían oído disparos. Algunos de ellos lamentaron que se estuviesen matando cabras. Se da la circunstancia de que, este miércoles, se había colocado un cartel avisando de que no se podía pasar a Cala Estellencs por el “riesgo de desprendimiento”, desde las ocho de la mañana hasta una hora “indefinida”.

"Hasta 70 cabras"

Isern detalló que los problemas que causa la proliferación de cabras salvajes son algo común a toda la Serra de Tramuntana, aunque sí constató que este año esta población se ha descontrolado. “Hace unos años había unas 20, y este año se han contabilizado hasta 70”, indicó el alcalde de Estellencs, quien informó de que próximamente está prevista otra actuación en la parte alta del pueblo, porque también están causando muchos problemas en esta zona.

Suele suceder que, con la llegada de las altas temperaturas, estas cabras asilvestradas tiendan a abandonar su hábitat natural en la montaña –donde la sequía hace más difícil las posibilidades de encontrar alimento– para adentrarse en núcleos urbanos en busca de sustento. Una vez instalados en el nuevo entorno, pueden llegar a ocasionar molestias a los vecinos –invadiendo sus jardines, por ejemplo– o graves riesgos para la circulación, al atravesar carreteras.