Lletra menuda | Las cavidades de una autorización

Llorenç Riera

Llorenç Riera

En la exprimida Mallorca ya no basta con consumir terreno a base de urbanizaciones, viviendas rurales y ahora grandes lagunas de placas solares. El subsuelo, aunque sea en forma de grutas paradisíacas, también es explotable para enterrar en él los cimientos del ocio y el confort personal despreocupado del patrimonio natural. Esto es lo que se intenta y en algunos casos se consuma de forma irreversible con la complicidad de la Administración.

Las enormes dificultades de establecer redes de saneamiento en Puig de Ros son conocidas y padecidos de sobra. También los peligros que se aproximan a las inmensas cavidades subterráneas de Vallgornera. No son realidades suficientes para controlar con esmero las nuevas construcciones.

Unas obras han provocado lo que los espeleólogos denuncian como «daños irreversibles» en la bóveda de una de las dos únicas cuevas de formación cuaternaria conocidas en Mallorca. Existen sospechas de que ha sido rellenada con escombros. El descubrimiento de esta cavidad singular en 2018, con los estudios topográficos realizados antes de autorizar la urbanización de la parcela, no han sido suficientes para actuar con cautela y revisión permanente.

Los daños irreparables producidos tampoco son causa capaz de motivar la reacción del ayuntamiento de Llucmajor ni estímulo para que organismos superiores responsables de Medio Ambiente y Urbanismo fuercen una intervención en prevención de males mayores en un lugar al que los entendidos otorgan «valores únicos en la isla». No se sabe qué se va a hacer, si es que se acaba haciendo alguna cosa. La oscura cavidad administrativa de la gestión de la obra ocasiona males específicos. Para desgracia de todos, no es la primera vez que ocurre.

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