Lletra menuda: Sin referentes ni respeto

Pintadas en Cala Bóquer

Pintadas en Cala Bóquer / Sa Fita Perduda

Llorenç Riera

Llorenç Riera

La herida es preocupante porque tiende sin remisión a supurar y sangrar más. Cuando las pintadas y grafitis que un día fueron solo urbanos, sin que ello signifique que sean permisibles en este ámbito, llegan no solo al medio natural, sino a los lugares más paradisiacos de Mallorca, significa que un vendaval de incivismo y desprovisto de cultura elemental ha arrasado la barrera del respeto y la inmersión en la cultura básica. Ya no hablemos de patrimonio porque quien usa el spray sobre la roca virgen o el edificio singular nada sabe ni quiere saber de ello.

No son solo hechos ocasionales o esporádicos. Es una tendencia creciente imposible de controlar mientras no se mentalice al autor de la insensatez de su fechoría, porque no se puede poner un vigilante o una cámara ante cada piedra.

Que se sepa, por lo menos en cuanto a trascendencia mediática, todo empezó con una desafortunada declaración de amor en tinta viva en una roca de Porto Cristo. La sanción a los autores no sirvió de escarmiento colectivo dado que a partir de ahí, a la vista de los tristes hechos, ha sido un lento pero continuo desfer calça. Las pintadas ya han ascendido al Puig de Sa Galera y bajado hasta la privilegiada Cala Boquer. También a otros lugares que no delataremos para no contribuir al efecto llamada.

Sí, es verdad que la difusión en redes sociales, que retratan mejor al protagonista que al borrón sobre el paisaje, alimenta la desafortunada moda, pero ello no ocurriría con un mínimo de conciencia referente a lo público y los bienes patrimoniales de todo orden.

Las pintadas solo retrocederán al tubo de pintura el día en que sean objeto de rechazo y no de pasividad social y cuando sus autores sean repudiados por la ciudadanía.

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