Lletra menuda

La presión del negocio

Llorenç Riera

Llorenç Riera

Todo tiene sus costes y no son siempre solo económicos. No hay avance ni mejora sin perjuicios en su ejecución, unos trastornos que suelen ser proporcionales a la envergadura de la operación a realizar. De ahí que la postura de los comerciantes y restauradores afectados por la transformación del paseo marítimo de Magaluf se antoje un tanto hinchada y esté circunscrita en exceso al interés empresarial. Una obra pública necesita un ángulo de visión mayor y justificarse en base a los beneficios que pueda reportar a colectivos diversos. Temen convertirse en un segundo paseo marítimo de Palma en alusión al perjuicio que comportan las obras de la capital. Dicen los empresarios que 14 meses con la calle patas arriba son difíciles de aguantar y se lamentan de no haber sido consultados antes de trazar un proyecto que han conocido ahora. Sin duda alguna tienen legitimidad por defender sus propios intereses pero, junto a ello, deberían interpelarse sobre el tiempo que realmente requiere la calidad de la obra y la mejora que significará también para sus negocios. A mejor paseo, mayor posibilidad de clientes. El mal trago de las obras es un paréntesis inevitable. Como en todos los lugares. El Ayuntamiento se muestra conciliador. Asegura que las piquetas enmudecerán en temporada alta y se presta a estudiar fórmulas para reducir perjuicios. Lo importante es que la presión del negocio no propicie la chapuza. Magaluf tiene distintos frentes abiertos para romper con el pasado dentro de un proceso diversificado en el que un nuevo paseo marítimo, más estético, moderno y con mayores servicios puede ser pieza fundamental. Este es el objetivo que importa de verdad, pese a sus costes indiscutibles.

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