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Saturación en Mallorca: los carteles para 'espantar turistas', una 'tradición' veraniega de la isla

La colocación de carteles en inglés prohibiendo el baño en calas y la difusión de mapas para ahuyentar a los turistas de los sitios más bonitos forman parte de una cadena de protestas contra la saturación que no es nueva en la isla

Sierra, posando en 2001 delante de la pancarta avisando de la expulsión de la población local

Sierra, posando en 2001 delante de la pancarta avisando de la expulsión de la población local / Lorenzo

Iñaki Moure

Iñaki Moure

La repercusión social que han tenido este verano algunas acciones reivindicativas contra la masificación turística, como la colocación de carteles en inglés prohibiendo el baño en algunas calas de la isla o la difusión en redes sociales de un mapa para espantar turistas de los principales arenales de Mallorca, no son un fenómeno nuevo en la historia del turismo balear.

En las últimas décadas, ha habido performances para alertar del impacto que supone una llegada masiva de visitantes a un territorio insular como éste. 

En la década de los setenta del siglo pasado, ya había un grupo de contestatarios mallorquines englobados en el colectivo Jove Plàstica que idearon una forma original de rebelarse contra la evolución que se observaba en una isla que había pasado de recibir 127.000 turistas en 1951 a más de cuatro millones en 1973.

En esos años, en la revista Neón de Suro, vinculada a este colectivo, se incluyó un cómic. En él, aparecían varios personajes que, con gesto serio, lanzaban el mismo mensaje en varios idiomas (sueco, inglés y catalán). Su petición era la siguiente: «No vengáis de vacaciones a Mallorca, por favor».

Dibujos de Andreu Terrades en la revista ‘Neón de Suro’ en la década de los 70.

Dibujos de Andreu Terrades en la revista ‘Neón de Suro’ en la década de los 70.

Carteles en inglés

Este verano, ha tenido un gran eco mediático la iniciativa del entidad coordinadora anticapitalista de Manacor Caterva colocando carteles en las calas del término municipal, que indican en inglés que el baño está prohibido o no recomendado, y en catalán, que no hay ningún peligro. Una acción con la que quieren concienciar sobre masificación turística.

No menos repercusión tuvo a principios de este siglo la performance del artista Santiago Sierra en un enclave singular de la isla como Cala Sant Vicenç. En el arenal, colocó una pancarta de grandes dimensiones en la que se podía leer en alemán el siguiente mensaje: ‘Inländer Raus’ (’Locales fuera’).

El objetivo era alertar del pujante poder de la colonia alemana en Mallorca y de cómo esa presencia estaba expulsando a la población local de su propio paraíso. Hasta autores como el menorquín Màrius Verdaguer, en una época tan temprano como la década de los cincuenta del siglo veinte, escribía en tono crítico de la deriva de Mallorca a causa del turismo.

«El diablo les manda aviones»

«Los mallorquines han acabado siendo [...] un pueblo de turismo. [...] Antes, cuando Dios en su bondad infinita decía a los mallorquines ‘¿Qué queréis, hijos míos’, estos le decían: ‘Señor, queremos paz, tranquilidad, buenas costumbres y una buena cosecha de almendras’. [...] Pero luego intervino el Diablo: ‘¿Qué queréis?’. Los mallorquines le gritan: ‘¡Queremos turistas! ¡Muchos turistas!’. Y el Diablo les manda barcos y más barcos, aviones y más aviones, cargados de esta mercancía [...]», escribió Verdaguer en la obra ‘Un verano en Mallorca’.

Antes de la congelación de la actividad turística por la pandemia, sobre todo en el bienio 2020-2021, las manifestaciones de turismofobia alcanzaron su punto más álgido. 

En 2017, más de 3.000 personas se manifestaron por las calles de Palma contra la política turística del Govern y con el lema ‘Fins aquí hem arribat’. Los manifestantes, convocados por los grupos ecologistas, exigieron «medidas valientes y rupturistas» al pacto de izquierdas para poner fin a la saturación turística 

Más sonado fue el caso de la protesta realizada por jóvenes del movimiento Arran en el Moll Vell de Palma, una acción que acabó siendo juzgada en la Audiencia Provincial por desórdenes públicos, aunque se acabó absolviendo a los 12 acusados. Los jóvenes irrumpieron en un restaurante lanzando confeti y proclamas contra el turismo.

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