La cesión de la base hace 25 años, el inicio del cambio del Port de Sóller

El Ministerio de Defensa firmó en 1998 el traspaso al Govern balear de los 12.300 metros cuadrados de la instalación naval, lo que se considera un punto de inflexión en el proceso de transformación social y urbanística del núcleo costero

Imagen del antiguo edificio de la base naval.

Imagen del antiguo edificio de la base naval. / J.Mora

Las generaciones más jóvenes ya lo han conocido siempre así. Otros más veteranos recuerdan el proceso de reconversión y los que ya llevan más edad sobre sus espaldas recuerdan los años de esplendor de un recinto que hasta hace pocos años era un enclave casi misterioso para la mayoría de los sollerics. Con el pasar del tiempo, ya han transcurrido 25 años desde que el Ministerio de Defensa cediera al uso público un tramo de la base naval del Port de Sóller, lo que se convirtió en un hito casi histórico para el municipio. Sobre todo, para aquellos sectores que venían reclamando su reversión desde hacía años y que vieron saciadas sus expectativas. 

La reversión fue un inexorable punto de partida para los cambios sociales, urbanísticos y económicos que vendrían en años posteriores que convertirían al Port en un actor clave en el turismo y toda la industria que lleva detrás. A principios de agosto de 1998 el punto de control de entrada a la base, que entonces estaba situado a los pies de la calle de Mallorca, levantaba la barrera por última vez. Simbolizaba también el principio de un gran cambio en la fisonomía del Port de Sóller que pasó de ser un puerto pesquero y desconocido en convertirse en un lugar de visita obligada para los miles de turistas que cada año recalan en el municipio.

Para que la apertura de la verja fuera posible, el ministro de Defensa, Eduardo Serra, ponía su firma en el acuerdo de cesión que contemplaba traspasar el uso de 12.300 metros cuadrados de la base naval al Govern balear por un periodo de 25 años que, curiosamente, se cumplen este año. El propio ministro, en una visita que realizó meses antes del traspaso, conoció las instalaciones gestionadas por la Armada. La cesión que finalmente se hizo efectiva incluía el muelle de ribera, los almacenes situados en esta dársena, el taller mecánico y el muelle de marinera, sobre el que se levantaba el gran cuartel donde numerosas generaciones de soldados de nuestro país recalaron para realizar el servicio militar obligatorio. La cesión también incluyó el oratorio de Sant Ramon, un edificio con especial estimación entre los más mayores del Port ya que fue el primer templo del núcleo. En aquel ya lejano 1998 se realizaron los primeros cambios en la zona, lo que auguraba todos los demás que irían viniendo años después. El primero fue acotar el espacio reservado por Defensa con una nueva reja y posteriormente le siguió el levantamiento definitivo de la barrera situada en el punto de control de la entrada. En agosto de 1998 los sollerics pudieron pisar por primera vez el muelle de la base y conocieron un espacio que hasta aquellos momentos estaba vetado al público, tal y como lo recogió la prensa de aquella época. 

Obras de derribo de las viejas instalaciones.

Obras de derribo de las viejas instalaciones. / J.Mora

Con una inversión de 4,5 millones de pesetas, el Govern balear de Jaume Matas llevó a cabo las primeras obras en el recinto para adaptarlo a los nuevos usos, trabajos que años después continuarían con la transformación definitiva de este espacio. La ampliación de las instalaciones portuarias permitió incrementar la capacidad de amarre cifrada entonces en unas 200 embarcaciones hasta las 425 en total. Una cifra que hoy se ha quedado pequeña con los más de 650 puntos de amarre con los que cuentan las instalaciones portuarias del Port de Sóller.

El gobierno progresista que siguió al de Jaume Matas se ocupó de realizar las primeras demoliciones como la supresión del taller mecánico, varios almacenes o la vivienda que ocupó el comandante de la estación, una obra que sirvió para eliminar la barrera física que separaba la barriada de Santa Catalina del mar. También fueron años de transformación del recinto militar, que pasó de ser una estación naval casi en desuso a convertirse en una residencia de descanso que actualmente acoge soldados de ejércitos europeos adheridos a la OTAN. A estas primeras inversiones le seguirían las que ejecutaría el Ayuntamiento por su cuenta, cuando asumió la rehabilitación de los oratorios de Santa Catalina y Sant Ramon, la transformación de la calle de Sant Ramon en un paseo y la compra, por 250 millones de pesetas, del polvorín del camino del Cingle que hasta entonces tenía alquilado a Defensa. Las inversiones municipales se financiaron con el Plan de Excelencia Turística que se desarrolló en el Port. 

Inicios y transformación

Pero la gran transformación de las antiguas instalaciones de la Armada vendrían después. Fue a partir del año 2004 cuando se inició la reordenación de toda la zona portuaria, a través de proyecto que supuso renovar los espacios cedidos al uso público para adoptar la configuración que tiene actualmente. La obra más significativa se realizó en el muelle de marinería, donde la piqueta acabó con el viejo cuartel que había dominado la bahía del Port durante más de medio siglo. Este muelle fue prolongado con la utilización de los escombros del propio edificio y los procedentes de la perforación del túnel de Sa Mola.

La superficie resultante fue sacada en concesión y después de años de pleitos, proyectos modificados y mucha polémica, la empresa que ganó el concurso levantó un edificio que acoge los servicios portuarios y un restaurante para dejar la fisonomía de la antigua zona militar en el aspecto que presenta hoy.

Los inicios de la base se remontan en los años treinta del siglo pasado. En plena Guerra Civil, el 14 de abril de 1937, el Ministerio de Defensa expropió una franja de la costa y construyó una base naval militar que se catalogó como de alto valor estratégico como refugio de los submarinos de guerra tanto del bando nacional como los italianos que los apoyaban.

Además de este recinto, la Armada se apropió el oratorio de Sant Ramon, el convento de Santa Catalina de Alejandría, el polvorín del camino del Cingle, el de Sa Figuera y el espacio donde se adecuó el campo de deportes Infante Lois. También se expropió la capitanía marítima, las aduanas, el cuartel de carabineros, la escuela pública y varios edificios y terrenos más.

Buena parte de todos estos terrenos han retornado a sus antiguos propietarios o fueron vendidos por Defensa después de que la estación naval dejara de ser un punto estratégico para la defensa nacional.

Desde su inauguración, estas instalaciones albergaron la escuela de armas submarinas ‘Bustamante’ para el manejo de torpedos que se cerró en 1972, iniciándose así el declive de las instalaciones militares del Port. También fue el puerto base del dragaminas ‘Almirante Miranda’.

Tras la caída del régimen franquista, se produjeron las primeras peticiones de cesión de este espacio para uso civil. En 1995 se creó la Coordinadora Cívica para la Reversión de la Base, integrada por ciudadanos del valle, y el 22 de marzo de ese mismo año el Parlament aprobó una proposición no de ley, reclamando al Ministerio la cesión de la base. Una de las últimas actuaciones del ministro de Defensa socialista Gustavo Suárez Pertierra fue ceder parte de los muelles. Entonces, la compañía Trasmediterránea quería abrir una línea de ferries entre Sóller y Barcelona, por lo que hizo una prueba piloto que finalmente no salió satisfactoria por el volumen de la embarcación y por la cantidad de barro que removía del fondo marino.

A lo largo de 1997 se intensificaron las gestiones entre el Gobierno central y el ejecutivo autonómico, proceso que culminó el 12 de enero de 1998 con una entrevista entre Jaume Matas y el ministro de Defensa, Eduardo Serra, en la que se cerró un primer acuerdo que quedó pendiente de concreción técnica. El 17 de febrero del mismo terminaron las negociaciones con la cesión de una superficie de 12.300 metros cuadrados, que incluyen muelles y edificios.

«Fue cedido al pueblo, y el pueblo no tiene nada»

Un cuarto de siglo después de que se hiciera efectiva la cesión de una parte de la base naval, las opiniones sobre las consecuencias que ha reportado para el Port de Sóller no acaban de gustar. Jaume Enseñat, pescador jubilado y toda una institución en el Port, asegura que las consecuencias que llevó tras de sí la cesión de la base «han sido nefastas» para el Port.

Recuerda que la instalación «fue cedida para el pueblo, pero el pueblo ha terminado por no tener nada». Enseñat apunta que el muelle de marinería «hubiera podido dar servicio y ser útil para la gente de Sóller, pero el espacio fue entregado a una empresa para hacer negocio». Al final «el pueblo de Sóller prácticamente no tiene nada», concluye Enseñat, quien apunta que esto fue «un gol que nos clavó Jaume Matas».

En unos términos parecidos se ha manifestado Biel Barceló, vecino, comerciante y concejal delegado del Port. En opinión de este político, la cesión de las instalaciones «fue muy positiva», ya que «permitió la posterior transformación del Puerto de Sóller». Recuerda que el núcleo turístico «necesitaba una reforma integral y que gracias a esta cesión se pudo hacer». Pero al igual que Jaume Enseñat, Barceló también encuentra puntos que no han gustado a la gente del Port derivados del traspaso de la titularidad de los terrenos militares, especialmente del muelle de marinería. «En este aspecto ha sido negativo, porque el pueblo de Sóller no lo ha podido aprovechar como hubiera sido deseable». Tanto Enseñat como Barceló coinciden en que la gestión de marinería debería haber sido pública.

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