Lletra menuda: Callejón sin salida de un mandato atípico

Llorenç Riera

Llorenç Riera

Todo tiene su coste, mucho más si se trata de algo rocambolesco y arriesgado como los pactos atípicos y mutantes. Éric Jareño no exhibe todas las cartas de su decisión de no volver a optar a la alcaldía de Llucmajor y apartarse de la política. No es el primer cargo electo del PP en edad de desplegar una actividad profesional plena que se enfrenta a la disyuntiva de elegir entre lo público y lo privado. Tampoco el primero que se decanta por lo segundo. Hay ciertas contradicciones en la respetable decisión del alcalde de Llucmajor. Dice haber cumplido objetivos pero también se declara frustrado y quemado. El orgullo de la gestión próxima choca con el desencanto de la política. Algo sustancial falla cuando se presentan estas incompatibilidades. La actitud de Jareño invita a sospechar que las pugnas de partido, para un alcalde prometedor, le pueden haber ayudado a arrojar la toalla. Sea como sea, hay que reconocerle el mérito de hacer prevalecer el principio vocacional y la dignidad de evitar la tentación de encadenar cargos de nómina pública, esa actitud que tan mala imagen da.

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