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Cambio Climático

La vulnerabilidad de los bosques de Baleares frente a los temporales

La conselleria de Medio Ambiente y la UIB aúnan esfuerzos en el libro ‘Els temporals destructius als boscos de les Illes Balears’ que analiza los efectos de los fenómenos meteorológicos sobre la masa forestal en los últimos 20 años

Destrozos en Banyalbufar en el temporal de 2020. | CAIB

Sin ninguna duda los efectos de la emergencia climática marcan las políticas de gestión, también de la forestal. La conselleria de Medio Ambiente y la UIB han aunado fuerzas para analizar los efectos que los virulentos temporales tienen en los bosques de las islas. Y es que se trata de unos fenómenos meteorológicos que de cada vez serán más frecuentes y más intensos. Por ello, es clave estar preparados. Así, este jueves se ha presentado el libro Els temporals destructius als boscos de les Illes Balears, una publicación que analiza los efectos de estos fenómenos sobre la masa forestal en los últimos 20 años.

Joan Santana es uno de sus editores y técnico del Servicio de Gestión Forestal de la conselleria. Explica que el trabajo estudia los principales fenómenos meteorológicos adversos por fuertes vientos ocurridos desde 2001 hasta 2020. En estas dos décadas han ocurrido 12 temporales de viento que han generado daños significativos. «Esta cifra demuestra que es un tipo de fenómenos meteorológico con una recurrencia importante. Quiere decir que cada dos años tenemos un temporal de estas características», remarca Santana, que recuerda que el gran temporal de viento de 2001 causó la muerte a cuatro personas y destruyó 12.000 hectáreas de pinar en toda la isla. El libro, que cuenta con la participación de 15 autores, se centra en el análisis geoambiental de los episodios de 2001 en Mallorca, de 2018 en Menorca, de 2019 en Eivissa y 2020 en la Serra de Tramuntana. «Los investigadores hemos intentado hacer una aproximación al fenómeno meteorológico. Saber cuáles han sido los impactos económicos, ambientales y sociales, además de la respuesta de la iniciativa pública y privada a estos cuatro grandes temporales para capitalizar experiencias», desgrana Santana. El técnico recuerda que el 44% de la superficie de Balears es forestal. «A día de hoy, el único gestor real de esta superficie forestal son los incendios o los temporales porque hemos dejado de tener la actividad rural que hace 60 años tenía la islas. Estamos de espaldas a los bosques», lamenta. «La gran masa forestal hace que sea vulnerable a los episodios de grandes temporales. Por ello, es importante como administración y como sociedad estar preparados y dar una respuesta activa y eficaz», defiende Santana.

La vulnerabilidad de los bosques frente a los temporales rosa ferriol. palma

Otro dato es que la suma de hectáreas afectadas por estos cuatro temporales analizados alcanza las 16.800 hectáreas, lo que supone el 3% de la superficie del territorio de las islas. Es el 9% de la superficie de bosques. Balears cuenta con 220.000 hectáreas forestales y de estas 180.000 son bosques, así, el 9% se ha visto afectada con cuatro temporales.

La vulnerabilidad de los bosques frente a los temporales CAIB

La clave

Tener equipos humanos especializados y materiales preparados para actuar ante estos fenómenos es crucial. Es un de las conclusiones que sacan los expertos. Santana aboga por tener estructuras que hoy en día están consolidadas que den una respuesta rápida y eficaz como es el caso de Ibanat o el cuerpo de agentes de medio ambiente.

Y si todos los científicos apuntan que estos temporales serán más frecuentes e intensos, ¿qué se puede hacer? «La mayoría de expertos apunta a hacer un paisaje forestal más resiliente y más resistente, es decir, que sea capaz de aguantar estos temporales, estas inundaciones, los incendios o los periodos de sequía. En el caso que pasen, el paisaje debe ser capaz de regenerarse lo más rápido posible», desgrana Santana. Y la «única manera de lograrlo es haciendo una gestión forestal activa del paisaje». «El único gestor real del paisaje es el fuego o los temporales. Tenemos los bosques abandonados. La única entidad que hace gestión activa de los bosques es la administración pública que tiene zonas estratégicas de prevención de incendios. El 93% de la superficie boscosa es privada, por ello, es imprescindible movilizar a los propietarios, que sean corresponsables de la gestión de los bosques, sacar un rendimiento de los bosques para prepararlos para estos nuevos escenarios. Es el principal reto como sociedad», concluye Santana.

Desde la UIB, otro de los editores del libro, el geógrafo Joan Estrany, alerta de que «estamos ante un hecho de crisis territorial». Además de destacar la cooperación entre la UIB y la conselleria, el experto asegura que el problema es que estamos ocupando el territorio de una manera muy intensa. «En el territorio tenemos una densidad muy elevada y hemos abandonado las áreas rurales marginales», describe. «Las zonas planas se han urbanizado y han incrementado la agricultura intensiva pero las de montaña se han abandonado y de manera natural se han revegetado». «Tenemos un espacio forestal que ocupa de manera masiva el territorio y, en el caso de un temporal destructivo, el impacto ecológico es mayor», alerta.

El conseller de Medio Ambiente, Miquel Mir, y el rector de la UIB, Jaume Carot, han presentado el libro Els temporals destructius als boscos de les Illes Balears. La publicación es fruto de la colaboración interadministrativa entre el Servei de Gestió Forestal y el equipo de investigación en Hidrología y Ecogeomorfología en Ambientes Mediterráneos (MEDhYcon) de la UIB, que forma parte del Instituto de investigación Agroambiental y Economía del Agua (INAGEA). El objetivo es profundizar en el conocimiento de las dinámicas de los ecosistemas y hábitats insulares después de un grave impacto como son los temporales de viento.

La publicación cuenta con la participación de 15 autores. A través de seis capítulos, los expertos tratan herramientas a desarrollar en un contexto de cambio global, donde el efecto combinado entre el calentamiento global y los cambios drásticos de usos del suelo intensifican los efectos de los fenómenos meteorológicos adversos.

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