La alcaparra ha caído en el olvido. Cada vez más las importaciones de Asia y África superan a la alcaparra de aquí, la de toda la vida. Este fruto dio fama y riqueza (más de 200 millones de pesetas anuales) a Llubí durante muchas décadas del siglo XX. El pequeño pueblo de la comarca del Pla, de 2.300 habitantes, tuvo una potente industria de conservación de alimentos, gracias a un sector primario desarrollado que dio trabajo a muchas mujeres del pueblo.

Eran las recolectoras de alcaparras, unas mujeres que trabajaban de sol a sol en una de las tareas más desagradables del campo. Recoger los pequeños frutos verdes les implicaba pasarse horas inclinadas o de rodillas frente a matas bajas llenas de espinas. La odisea para sumar un kilo era larga, pues imagínense despoblar unas cuantas hectáreas de alcaparras.

El equipo de gobierno de Llubí, formado por el PP en minoría, quiso homenajear a las mujeres que dedicaron su vida al cultivo estrella del pueblo. Con motivo de la nueva variante del municipio -que hace las veces de ronda de circunvalación para evitar cruzar por el centro de la vila-, el alcalde Joan Ramis quiso que una de las rotondas se destinara para una escultura de una mujer recogiendo alcaparras de un arbusto.

Pero sus intenciones, por lo que parece, caerán en saco roto, porque la oposición municipal no ve esta idea con buenos ojos. Y eso que la estatua, que costaría unos 60.000 euros según los cálculos de Ramis, no le costaría nada a las arcas del Ayuntamiento de Llubí.

El alcalde explica que esta obra de arte hubiese estado fundida en bronce y hubiese tenido unos dos metros de altura. Iba a pagarse con los fondos que el Consell de Mallorca destina al 1% cultural -ese porcentaje se aplica en todos los contratos públicos de grandes obras, como es el caso de la variante de Llubí-. Ese dinero se puede destinar tanto a conservación de patrimonio como a creación artística.

Pero los otros partidos del pueblo no compartían la idea. El PP gobierna en minoría. El principal partido de la oposición, el PSM-Entesa, considera que hay otros diez elementos mucho más prioritarios a los que destinar el dinero del 1% cultural.

La formación nacionalista, con el exconseller Gabriel Vicens a la cabeza, redactó un decálogo de propuestas alternativas, entre las que optaban por priorizar la reforma o restauración de espacios como la explanada de la ermita o el campanario de la iglesia del pueblo.

El alcalde vio con buenos ojos esta idea, pero también quería la estatua de homenaje, algo que a la oposición le continuó pareciendo incorrecto y continuó bloqueando la iniciativa.

Ramis no quiere que las glorietas de la variante se queden desangeladas, así que ha pedido al Consell que, al menos, las dejen arregladas. "Así la oposición no me podrá acusar de no haber hecho nada al respecto", dice. Aunque la escultura quedará lejos de ser una realidad.

El plan actual para las tres rotondas es harto más austero. La tercera glorieta -la más alejada de Inca- tendrá en el centro una caseta que está catalogada por su valor histórico y no se puede derribar. La segunda rotonda lucirá unos muebles antiguos de madera.

Y la rotonda de bienvenida -entrando al pueblo desde Inca- estará decorada con marges de piedra seca. Alrededor habrá alcaparros. "Así quedará todo preparado por si algún día quieren colocar una escultura, sea cual sea", concluye el munícipe popular.