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Palomas: compañeras o problema

Pinchos anti palomas coronan esculturas.

Pinchos anti palomas coronan esculturas. / A.F.

Àngels Fermoselle Paterna

Àngels Fermoselle Paterna

Empezamos el mes de abril y estamos en época de reproducción de las palomas de Palma, que se alargará hasta octubre.

Se puede decir que es una especie con éxito reproductivo en nuestra ciudad. Apenas tiene depredadores y las estrategias de control de población, con pienso que dificulte la viabilidad de los huevos, parece que no han dado suficientes frutos.

Todo en exceso llega a ser asfixiante, y las palomas de diversas especies, también torcaces, que plagan nuestra ciudad, ya constituyen un problema.

Un problema que va en aumento gracias también a las personas que, con la mejor voluntad, se dedican a esparcir trozos de pan seco y recipientes con agua para que esas mensajeras de la paz no pasen hambre.

Buena voluntad la de esas personas, sin duda, pero que en realidad resulta incívica hacia sus semejantes.

Que el medio natural ocupe una parte de nuestra ciudad es necesario. Vegetales y animales comparten hábitat con nosotros, lo mejoran y lo hacen más respirable. Pero ojo, que ahora que hablo de respirar, sepan que inhalar polvo de excremento de paloma puede conllevar enfermedades como la clamidiosis, que afecta a pulmones, hígado y bazo. Otros agentes infecciosos preocupantes son el hongo Cryptococcus neoformans, que puede producir meningitis en los humanos, y la salmonela, bacteria que produce diarrea, vómitos, dolor en el abdomen y fiebre.

Pero no nos pongamos en lo peor, deben pensar los que esparcen maíz y mendrugos por cualquier plaza de la ciudad. Delante de mi casa hay una que lo hace y les aseguro que he intentado convencerla de que era una irresponsabilidad, pero nada. Cuando alguien se coloca la capa de salvadora universal, poco hay que hacer.

La paloma bravía, la más común en las poblaciones, no duerme ni hace nidos en los árboles; la torcaz, que también se ha adaptado a ser urbanita, sí sabe mantenerse cogida a las ramas toda la noche. Las primeras colonizan terrazas y cualquier saliente para instalarse, y ahí instalan sus nidos con hasta ocho puestas al año de dos huevos cada una. Macho y hembra comparten los cuidados de la prole, y es por eso, como muchas aves, que son especie monógama. Y no le hacen ascos al incesto.

La capacidad de erosionar de las heces daña monumentos y cualquier superficie, y es por eso que redes y pinchos dificultan que se asienten. Esos pinchos coronan cualquier escultura en cualquier ciudad.

Haría bien el Ayuntamiento de Palma en esforzarse para que las palomas vuelvan a ser compañeras de vida y no una amenaza. La vida media en libertad de estas aves es de unos cinco años. Si cada año la población se expande, vamos multiplicando el malestar. Y el peligro.

Una paloma vuela a una velocidad media de 80 km/h. Más o menos a esa velocidad iba un joven en moto por la autopista, camino del aeropuerto, cuando una de esas aves impactó de frente con su casco. El golpe se saldó con una tortícolis y el susto en el cuerpo. De la paloma no sé nada.

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