Los últimos payeses en los mercados municipales de Palma: «Es muy esclavo y no tenemos relevo»

Los terrenos productivos y los agricultores que venden cosecha propia van perdiendo aire en las plazas de abastos de la ciudad por el déficit de mano de obra. Apaema cree que la agricultura ecológica puede dar salida al sector

VÍDEO | Payeses del Mercat de Pere Garau: "No encuentras a nadie que quiera trabajar. Me levanto a las 4 de la mañana y no llego a casa hasta las 5 de la tarde"

B. Ramon

Irene R. Aguado

Irene R. Aguado

Los hermanos Pizà son la última generación que regentará el único puesto de payeses en el mercado municipal de Llevant. «No quiero que mis hijos se dediquen al campo, es una esclavitud y no vale la pena por el dinero que ganamos. Siempre les he dicho que estudien», explica Miquel Pizà, uno de los dueños del puesto Frutas y verduras Pizà Jaume: «Cuando nos jubilemos cerraremos el puesto para siempre. Mis hijos y mis sobrinos no van a ser el relevo, y no creo que encontremos a nadie dispuesto a sacrificar su vida por el negocio».

Es uno de los pocos testimonios de agricultores que venden género de cosecha propia en los mercados municipales de Palma. La degradación en la que se ha dejado caer la payesía y las condiciones de explotación de los payeses han llevado a que sus descendientes no quieran dedicarse a este oficio, lo que provoca que los mercados municipales se estén quedando sin puestos de producto de explotaciones familiares. El último que ha bajado la persiana es s’Hortolà, en el Mercat de l’Olivar. Con su cierre, los pequeños agricultores se han extinguido en esta plaza de abastos.

En Palma, gran parte de los payeses se concentran los martes, jueves y sábados en el Mercat de Pere Garau, uno de los pocos que todavía mantiene las perspectivas de ofrecer género cultivado en los huertos de los propios agricultores. Una de ellas es Nícia Perelló, dueña de un puesto junto a su hermano Miquel Àngel. «Cada vez tenemos más clientes, los puestos van muy bien y la gente está concienciada con el producto local y fresco. El problema es que faltan manos y no hay relevo generacional, los jóvenes prefieren trabajar en la hostelería porque cobran mejor», apuntan.

La jornada de los hermanos Perelló comienza a las cuatro de la mañana en una finca cerca de Manacor. Hay que cargar el camión, trasladar el género a Pere Garau y abrir el puesto antes de las siete. Al cerrar el mercado, vuelven a la finca, descargan y continúan en el campo, como mínimo, hasta las cinco de la tarde. Los domingos, además, tienen un puesto en el mercado de Porto Cristo. «Trabajamos de sol a sol. Por lo menos hemos conseguido tener dos días libres, y aún así es un trabajo muy duro», subrayan.

La fuga de mano de obra, fenómenos como la sequía o la inflación desbocada ayudan a que las explotaciones agrarias agonicen cada vez más; solo la llegada de unos pocos cientos de temporeros cada verano dan aire al sector. Marga Mora y su hijo Pep Toni, de la tienda Fruites Marga en el Mercat de Pere Garau, también ven una competencia muy perjudicial en las pequeñas fruterías y verdulerías con bajos precios y amplios horarios que se han multiplicado en los últimos años.

Hace tres décadas que Mora heredó de sus padres este puesto de frutas y verduras. Su hijo Pep Toni, de 28 años, es uno de los pocos jóvenes payeses que se pueden encontrar al frente de un puesto en los mercados municipales: «Me dedico a la agricultura por mi madre, pero se gana lo justo para vivir. Es un trabajo muy esclavo, nos levantamos temprano y acabamos las jornadas muy tarde», apunta mientras despacha a un cliente tras otro.

Otro de los placeros, también en Pere Garau, que ha notado los cambios de hábitos en los últimos años es Pedro Tugores, dueño de Frutas y verduras Tugores: «Cultivo en una finca en Búger. Vendo el género tres días a la semana en Palma, junto a mi socio, y los domingos en Inca. El resto de días trabajo en el campo», explica. «Tengo la sensación de que la gente aprecia cada vez menos lo que cuesta cultivar nuestro propio producto, pese a que es muy sacrificado. Las jornadas suelen ser de diez horas diarias. Mi socio trabaja conmigo porque somos amigos, pero encontrar personas que nos echen una mano es difícil», asegura.

Pere Garau se resiste y mantiene a más de una decena de payeses que venden producto fresco y kilómetro cero, e incluso algunos tienen tiempo de dar consejos, entre un cliente y otro, sobre cómo elaborar los alimentos. En el Mercat de Llevant, el único placero con cultivo propio asegura que es la última generación que mantendrá en pie su puesto, y en Santa Catalina todavía quedan unos pocos, como el de s’Hortolà, que mantuvo su puesto en esta plaza pese a cerrar el de l’Olivar.

Sin embargo, frente a un modelo convencional que subsiste a duras penas y un éxodo de jóvenes que escapan del entorno rural en búsqueda de alternativas, hay otros nichos en el sector que crecen. Lo explica el coordinador de la asociación de productores ecológicos de Mallorca (Apaema), Nofre Fullana: «Es cierto que quedan muy pocos payeses que venden su propia huerta en los mercados, síntoma de ello es que hay cada vez menos en el Situat de Productors de Mercapalma. En cambio, en la agricultura ecológica la tendencia es la contraria, muchas familias se están animando a producir y hay más demanda que nunca», subraya el responsable.

El ejemplo más claro es el Mercat Eco de la plaza de los Patines, que se instala los martes y sábados por la mañana. En diez años ha logrado una decena de placeros, y pretenden llegar a más gente. El 80% de lo que se vende aquí, comenta Fullana, es producto propio de los payeses, mientras que el resto es de otros productores de Mallorca o de fuera de la isla, pero también ecológico.

«Es un negocio igualmente sacrificado», advierte el coordinador de Apaema: «Pero casi todos los jóvenes que se incorporan a la actividad agraria se acaban convirtiendo en productores ecológicos porque es la tendencia del mercado». Este fenómeno, comenta Fullana, oxigena el sector y obliga de la misma forma a defender el producto propio en los mercados: «El margen de beneficio es muy bajo para el agricultor si solamente produce. El modelo de explotación pasa por cultivar y comercializar, incluso diversificando el negocio a través de la elaboración de algunos alimentos, como las salsas de tomate o los zumos de frutas», matiza.

Según los últimos datos, actualizados ahora hace un año, la agricultura ecológica representaba el 17,2% de la superficie agraria útil de Baleares, alcanzando un total de 43.074 hectáreas. El ritmo de crecimiento de este nicho en las islas es imparable y muchas voces autorizadas aseguran que resolverá el relevo generacional, uno de los mayores quebraderos de cabeza en el campo.

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