Una década de Orgull Llonguet: "Hemos conseguido que los palmesanos se identifiquen con las fiestas de Sant Sebastià"

Los jóvenes del colectivo hacen balance de los diez primeros años de Orgull Llonguet

De cara al futuro piden al Ayuntamiento un local donde poder almacenar el material que utilizan para las fiestas

Orgull Llonguet cumple diez años: "Hemos conseguido que los palmesanos se identifiquen con las fiestas de Sant Sebastià"

B. Ramon

Irene R. Aguado

Irene R. Aguado

Lo bueno de las cifras redondas, como un décimo aniversario, es que permiten echar la vista atrás. Hace diez años, llonguet era el gentilicio que empleaban en los pueblos de Mallorca para definir a los habitantes de Palma, un mote irónico y más bien peyorativo. Han hecho falta diez años, ni más ni menos, de Orgull Llonguet para darle la vuelta al concepto: ahora ser de Palma significa empezar Sant Sebastià con un chupinazo en Can Vinagre y cerrarlo con pasacalles y charangas, o enfrentarse en el duelo final entre Canamunt y Canavall y después llorar la muerte del juez Berga.

Que a día de hoy los palmesanos no tengan nada que envidiar de fiestas populares como el Much de Sineu, los moros y cristianos de Pollença o el Cosso de Felanitx es, en buena parte, fruto de una década de trabajo de Orgull Llonguet, un colectivo de jóvenes que nació precisamente para revolucionar las fiestas de Palma y reivindicar un producto en peligro de extinción, el llonguet. Lo más curioso es que todo surgió a raíz del descontento de tres amigos (Jaume Vich, Álex Segura y Potti) con los programas oficiales del Ayuntamiento en Sant Sebastià.

Jaume Bauçà, Marina Zuazaga y Laura Velilla junto a la Bodega Bellver, donde cada año dan el ‘sus’ a sus fiestas de Sant Sebastià. | B.RAMON

Jaume Bauçà, Marina Zuazaga y Laura Velilla junto a la Bodega Bellver, donde cada año dan el ‘sus’ a sus fiestas de Sant Sebastià. / B. Ramon

«Quedaron una tarde para tomar cervezas y pensaron que las fiestas del patrón eran poco participativas, la gente no se identificaba con Sant Sebastià y solo iba de plaza en plaza para ver los conciertos. Así que montaron un pasacalles por su cuenta, totalmente improvisado, que tuvo muchísima repercusión»: así lo explica la que hoy es presidenta de Orgull Llonguet, Marina Zuazaga, junto a la secretaria, Laura Velilla, y uno de los miembros más antiguos del colectivo, Jaume Bauçà. Los tres recuerdan en esta entrevista los inicios de la asociación que ha revolucionado el sentimiento llonguet y ha logrado revivir las fiestas a través de elementos identificativos de Ciutat, como el Drac de na Coca. «Con el tiempo hemos conseguido que los palmesanos se identifiquen con las fiestas del patrón de su ciudad», celebran. El punto de encuentro es la Bodegueta Bellver, donde cada año dan el sus a su Revetla en la víspera del patrón. Es uno de los enclaves que los jóvenes han conseguido reivindicar como una parte fundamental de la identidad llongueta, al igual que Can Vinagre, en la calle Oms.

Solo un año después de aquel espontáneo pasacalles en 2014, el colectivo se constituyó como asociación y comenzó a organizar fiestas populares durante todo el año, no solo en Sant Sebastià: «Nos dimos cuenta de que entre un enero y otro había demasiados meses y queríamos más fiesta», ríen. Los requisitos: que reivindicaran el sentimiento llonguet’con elementos tradicionales y arraigados en Palma, y que fueran autogestionadas. «No tenemos subvenciones y no las queremos, la intención es financiar las celebraciones entre todos los que participamos», subraya Velilla.

Una de las fiestas más multitudinarias es Canamunt i Canavall en septiembre. | MANU MIELNIEZUK

Una de las fiestas más multitudinarias es Canamunt i Canavall en septiembre. | MANU MIELNIEZUK / Irene R. Aguado

Ahí entran en juego las camisetas amarillas y rojas que inundan el Parc de la Mar el día de la batalla de agua o los pañuelos de Sant Sebastià, que este año homenajean el décimo aniversario del colectivo. El diseño es de la tienda Melicotó (cortesía de Jaume Vich, socio fundador de la empresa y uno de los creadores de Orgull Llonguet en su día) y lo protagonizan, como cada año, los tres caparrots de la asociación, esta vez montados en una versión llongueta del Drac de na Coca.

El primero y más antiguo es Pep Toni Rubio, de los xeremiers de Sa Calatrava, que acompaña desde los inicios de la asociación a los jóvenes en las fiestas y pasacalles. Más tarde llegó el caparrot de Miquel del Forn de sa Pelleteria, gracias a una campaña de crowdfunding. La tercera y última cabezuda es Bel Rotlet: «Pensamos que hacía falta una mujer y quisimos homenajear a una histórica vecina de El Terreno. En el barrio la gente todavía la recuerda», explican.

Los tres, junto al Drac de na Coca llonguet, también hecho a mano, acompañan a los jóvenes en todas las fiestas y protagonizan el pañuelo que financia las fiestas de Sant Sebastià. Este año se puede comprar en la librería Quart Creixent y en la tienda Melicotó. «A veces nos cuesta un poco que la gente entienda que las fiestas que organizamos son autogestionadas y necesitamos ayuda», admiten.

La presidenta de Orgull Llonguet, Marina Zuazaga. | B.RAMON

La presidenta de Orgull Llonguet, Marina Zuazaga. | B.RAMON / Irene R. Aguado

El problema se acentúa con la fiesta más multitudinaria de Orgull Llonguet, la batalla de Canamunt y Canavall, ya consolidada como una de las grandes citas del verano. «Se financia con las camisetas rojas y amarillas que vendemos unas semanas antes», remarcan Zuazaga, Velilla y Bauçà. «Otro reto de la batalla es que los participantes se interesen y se identifiquen con la historia que tiene detrás, que no vengan solo por la fiesta», añaden.

De cara al futuro, los jóvenes llonguets tienen un objetivo claro: lograr que el Ayuntamiento de Palma les ceda un local en el que almacenar los materiales que utilizan para los eventos. «Lo hemos pedido varias veces, pero no nos hacen caso. Hasta ahora teníamos un pequeño cuarto en Ses Voltes, pero nos han sacado. Hemos propuesto sitios como las galerías de plaza Major o algún local vacío de propiedad municipal, hay muchísimos en Palma», comentan.

Con el Ayuntamiento aseguran que la relación es «buena», exceptuando el local que nunca llega: «Falta voluntad política, ahora y antes». También están indignados con que Cort haya excluido el 20 de enero como festivo laboral este año. Se aprobó por unanimidad de todos los partidos y los jóvenes ven una medida «clasista». «Mucha gente trabaja también los sábados», subrayan: «Es más, reivindicamos que haya más de un día de fiesta por el patrón. Todas las ciudades de España tienen su ‘semana grande’, ¿por qué nosotros solo tenemos un día?».