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Una tortuga en Palma

Cercado protector Can Pere Antoni

Cercado protector Can Pere Antoni

Àngels Fermoselle Paterna

Àngels Fermoselle Paterna

Recuerdo una tarde, con amigos, hace ya muchos años, en la que matábamos el tiempo con juegos de mesa hasta que a una chica del grupo se le ocurrió someternos a un test psicológico. Nos preguntó, y teníamos que contestar por escrito todos al mismo tiempo, cual era el animal que más nos gustaba y debíamos plasmar tres características que justificaran nuestra valoración. A continuación, había que decir cual era el segundo animal que más nos agradara y después el tercero, expresando cada vez tres motivos que lo argumentaran. Recuerdo los tres que yo elegí: el oso, el delfín y la tortuga gigante. Por ese orden. Los calificativos de los primeros tenían que ver con fuerza, inteligencia y protección. En el caso de la tortuga, resalté: «es sabia, vive muchos años y sabe defenderse». El test en cuestión se traducía en que el primer animal representa lo que tú crees que eres, el segundo cómo te ven los otros y el tercero lo que eres en realidad. Aunque fuera un juego que más se acercaba a la adivinación del horóscopo que a otra cosa, lo cierto es que además de vaticinarme una vida larga, dio para mucho porque uno del grupo no tuvo otra idea que poner a «la mujer» como su animal preferido. Ya pueden imaginar el marrón que le cayó desde las chicas y lo estupefacto que se quedó cuando se enteró de que la interpretación tenía ver con su personalidad.

Pero volviendo a las tortugas, comprenderán que lo que me ha refrescado la memoria de esta anécdota es el hecho excepcional de que se haya observado por primera vez, en Mallorca, el desove de un ejemplar de tortuga marina, de nombre científico Caretta caretta, y conocida como tortuga boba o babaua.

Vaya fortuna hemos tenido de que, precisamente, fueran biólogos quienes la descubrieran y fotografiaran de madrugada, conservando la distancia, y como magnífico colofón a su estancia en la isla a la que asistieron a un encuentro científico de biología marina. Los hechos encadenados parecen producto de un milagro. Lo más sorprendente es que una tortuga hembra eligiera la playa de Can Pere Antoni para dejar a su futura prole. Un lugar que hasta hace pocos años casi ni tenía arena en superficie y a la que se abocan los detritos de la ciudad, como mínimo, desde hace siglo y medio, un lugar bastante diferente de lo que imaginamos como hábitat idóneo.

Dicen que hay más de un millón de tortugas marinas en el Mediterráneo; que es una especie vulnerable que no está en peligro de extinción, pero por la que tampoco podemos lanzar cohetes. También parece que el hecho de que cada vez se observe más nidificación en el Mediterráneo occidental tiene que ver con el cambio climático.

La tortuga es un animal asombroso, un reptil de gran adaptación ambiental, con 200 millones de años de historia evolutiva a cuestas y muchos que le quedan por delante. Parece que entre las marinas, de cada mil ejemplares que nacen solo prospera una, pero ahí siguen. También se sabe que las hembras suelen volver a hacer su desove en el lugar en que nacieron. ¿Será el caso de nuestra tortuga boba? Nunca lo sabremos. Se nos hace raro, pero es posible. Me pregunto si antes que ella, sus antecesoras esquivaban los restos de «sa merdera» y las escorias del carbón y los residuos de los curtidores de pieles… Eso es lo que había allí, según me cuenta mi investigador de cabecera, Pere Galiana.

Ahora hay que cuidar el nido. El otro día me acerqué a ver el cercado protector y hablé con el voluntario que custodiaba el lugar y que en su tiempo libre se dedica a salvaguardar el hallazgo colaborando con la Conselleria de Medi Ambient. Me explicó la técnica cuidadosa con la que se habían extraído los huevos, sin modificar la posición para evitar desgarro del embrión y cómo se trasladaron a la incubadora, todo con la intención de optimizar la supervivencia de las futuras crías. Con una paciencia encomiable, explicaba detalles de los hechos a quien se interesaba: cómo se descubrió, cuánto tiempo tardarán en nacer, la profundidad, temperatura, porqué han puesto láminas de metacrilato para favorecer la insolación e incluso puso buena cara a una chica en traje de baño tanga y con móvil color rosa que pretendía saltar el cercado para hacerse una foto. ¿No está la madre? preguntó antes de irse decepcionada.

Aquel hombre paciente y respetuoso manifestó su preocupación por la previsible concentración humana de la noche de Sant Joan. «Habría que establecer una zona amplia de seguridad y vigilar, porque el alcohol no es buen compañero para estos asuntos; lástima que yo tenga que estar en la península, si no me quedaría toda esa noche», me dijo.

Pues sí, habrá que organizarlo.

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