Al pintor Mati Klarwein le gustaba ir a los rastros, lugares a los que añadir a un pasaporte variopinto de un judío que acabó viviendo en Deià y llamándose Abdul (sirviente en árabe) como metáfora de conciliación entre "los primos" -así lo pensaba él- hebreos y palestinos. A aquellos cuadros, por los que nunca pagó más de 20 dólares, los llamó "cuadros mejorados". Siempre respetó la firma del autor y nunca puso la suya encima. Víctor Cardona ha decorado su local, Bella Juanita, con una especie de cuadros "mejorados". Detrás hay una bella historia del amor de un hijo a su madre, y en otro plano, más invisible, el love story de Vicente Cardona y Juanita Perelló.

"Siempre me gustaron aquellos retratos de mis padres que había en casa. Al montar este café pensé que quedarían muy bien en los baños. Nunca hemos sabido quién los pintó. Cuando mi padre hacía la mili, ya era novio de mi madre; ella tenía 14 y él 17; un compañero le hizo el retrato original, pintado a pastel, y también a ella. Eso solo fue el principio; después al plantearme cómo decorar Bella Juanita, quería homenajear a mi madre y puse también su retrato aquí y después me pareció interesante poner los retratos de otras ´Juanitas´ que yo había ido comprando en mercadillos", cuenta.

Entre los lugares que le abastecieron, Son Bugadelles, Deixalles, el rastro dominical de Consell y, desde luego, la red. "Vi que les faltaba un toque, y los retoqué", señala Víctor Cardona. Son cortes geométricos de color. El hijo de Vicente y Juanita Perelló estudió Historia del Arte y tiene mano.

El café Bella Juanita tiene otro as en la manga: los dulces que prepara Luis Pérez, un pastelero que en la actualidad combina surtir el negocio de Víctor y prepararse a conciencia para la copa del mundo de pastelería. En este local de la calle dels Paraires se quitan de las manos los cruasanes rellenos de nutella "¡son una pasada!, apostilla Víctor, o los de frambuesa, además de la tarta de queso y el brownie.

"He querido ofrecer una cocina fácil, sencilla, de platos base, muy sanos. Mi madre es quien los prepara. Ella no es cocinera pero me encanta lo que hace, desde las cremas frías a pasteles de verduras y la hamburguesa, ¡dicen que es la mejor que han probado!". Orgullo de hijo no le falta.

Víctor se fue de Palma cuando tenía 22 años. Quería conocer mundo. Vivió en Londres y en Barcelona. Trabajó durante diez años en el mundo de la moda. Viajaba mucho a Italia y Francia. Fue una etapa interesante de mi vida, pero me cansé. He querido volver a la isla para estar junto a los míos. Mi madre se quedó viuda hace 8 años, y me daba pena verla con tanta tristeza, así es que desde que hemos abierto Bella Juanita está muy contenta, activa; ¡ y yo, feliz!", confiesa.

La decoración del negocio, que se asienta donde estuvo el bar Pelaires, ha optado por los colores pastel, el azul turquesa, los rosas y el blanco. Se ha rescatado la columna de fundición que sesga el espacio. "Todo lo que pude cambiar, lo cambié", señala. Muy popular en la zona, los vecinos agradecen que haya puesto su pica en el barrio un café donde desayunar, comer un tentempié y estar a un metro del Born sin que el bullicio turístico les haga olvidar que siguen en Palma.