Guillermo Pomar es de ciudad, ciudad. Palma. De su centro histórico. Nacido en la clínica, ya desaparecida, de Santa Catalina, criado en la calle Missió, en la finca donde nació Josep Maria Llompart, y después vecino de la calle Rubí hasta su actual domicilio en Vidriera, ha sido durante largos años un militante del asociacionismo vecinal. Concretamente de Canamunt, en los tiempos que se gestaba ´otra ciudad es posible´, por ponernos contemporáneos en los eslóganes. Compartió lucha con Marisol Fernández, Pepa Bueno, Eberhard Grosske y Toni Sancho. Lamenta, y es de los pocos que lo dicen abiertamente, la reforma de sa Gerreria.

"Ha sido un desastre la reforma; además, de dónde se sacan eso de sa Gerreria. ¿Acaso les molesta a los modernos llamarlo barrio chino? Igual que el término casco antiguo, que tampoco entiendo", inicia así su retahíla de críticas. Continua Pomar: "De la asociación, yo era la voz crítica. Estoy en contra de los aparcamientos subterráneos porque es una manera de derrumbar el barrio, y ¡como se ve, el tiempo me ha dado la razón!"

A su juicio, la remodelación de esta zona de Palma "ha sido un proceso de especuladores diversos y de una serie de políticos que se aprovecharon de su información privilegiada".

De su experiencia en el movimiento vecinal –estuvo diez años en Canamunt– aprendió que "es necesario que la gente se movilice y actúe en grupo porque la unión hace la fuerza. Otra cosa es que las asociaciones no se puedan autofinanciar para así tener más independencia". Guillermo Pomar juzga que "hoy en día, muchas de ellas han perdido independencia. Les gusta hacerse la foto, y muchos están poco informados".

Aún recuerda las partidas de truc en La Bodegueta, con personas como Bernat Tomás, el librero, o Juan de sa Calatrava y Toni Rotger. "En los setenta, ochenta, había vida de barrio de verdad".

No es ajeno al cambio de la fisonomía de una ciudad quien esté al frente de ella. En ese sentido no alberga dudas: "El mejor alcalde de Palma ha sido Ramón Aguiló. Fue honesto y su gestión fue positiva para la ciudad". De su predecesor, Joan Fageda, pese "a compartir la afición por los toros", apuntala: "De él ha quedado la reforma de sa Gerreria, y ya he dicho lo que opino de ella. Rehabilitar no es derribar". Sobre Catalina Cirer es tajante: "Es una folclórica, una populista que prefiere disfrazarse de sor Tomaseta que enterarse de cómo funcionaba su equipo".

Regresa a la contemporaneidad. Le toca el turno a la actual alcaldesa, Aina Calvo: "Tenía depositadas grandes esperanzas en ella que han acabado en desencanto. Me siento defraudado".

Este funcionario –Pomar es inspector de Consumo–, fue muchos años antes un acicate en la vida nocturna de la ciudad a través de La Cueva del Sol. Por ese bar, montado junto a Carles Aguiló, y que apenas duró de 1974 a 1976, pasaron desde Agustí Villaronga, afines al antifranquismo, personas de juventudes comunistas, amigos de la Nova Cançó. "¡Corría el champán cuando murió Franco...!"

Cabe recordar su tránsito político. Pomar recuerda los tiempos en que "monté Esquerra Mallorquina con Paco Mengod, Grosske, Rosa Bueno, mestre Joan y otros", pero antes estuvo en el PSM.

Ahora transita la ciudad sin perder detalle y asume: "La realidad te supera".