Caravanas

Estimado señor alcalde, Jaime Martínez Llabrés

Jean Paul Gallo Castro

Le escribo con un tono de urgencia y una profunda preocupación. Soy uno de los muchos habitantes de esta ciudad que vive en una caravana. Sí, en una caravana. Ese lugar que algunos desprecian por considerarlo indigno, pero que para mí y para muchos otros es el único hogar que podemos tener.

He oído que quiere prohibirnos vivir en estas casas rodantes. Que considera que no es apropiado, que no es digno. Pero le pido que reflexione un momento y mire más allá de las normas y las apariencias. Mire las personas, las historias, las luchas que estamos atravesando.

El precio de la vivienda en esta ciudad es altísimo. El salario mínimo no alcanza para cubrir el alquiler de un piso decente. Y mientras tanto, muchas viviendas permanecen vacías, esperando a que lleguen los turistas en verano para que sus dueños puedan obtener mayores ganancias. Mientras tanto, nosotros, los que trabajamos aquí todo el año, no podemos permitirnos esas rentas. Nos quedamos sin opciones, sin oportunidades.

Vivir en una caravana no es una elección de lujo. Es una respuesta a una realidad que nos ha dejado sin opciones. Nos hemos adaptado, hemos hecho comunidad, hemos encontrado formas de sobrevivir y seguir adelante. No es fácil, pero es nuestra realidad. Y ahora, con su propuesta, esa realidad se vuelve aún más precaria.

Le pido, señor alcalde, que reflexione sobre lo que significa dignidad. Porque la dignidad no se mide por el tamaño de tu casa, sino por la manera en que tratas a los demás. No es digno empujar a las personas a la calle porque no pueden pagar un alquiler exorbitante. No es digno cerrarles la puerta a aquellos que ya están luchando por tener un techo sobre sus cabezas.

Usted tiene el poder de cambiar las cosas, de encontrar soluciones que no castiguen a los más vulnerables. Prohibir las caravanas no resolverá el problema; solo lo empeorará. Creará más indigencia, más desesperación, más división en una ciudad que ya está sufriendo por la desigualdad.

Le invito a venir a nuestra comunidad, a hablar con nosotros, a escuchar nuestras historias. Somos personas, con sueños, con familias, con esperanzas. Queremos vivir con dignidad, y para nosotros, eso significa tener un lugar donde sentirnos seguros, aunque sea en una caravana.

Le pido que reflexione y que busque soluciones humanas. No queremos conflicto, queremos diálogo. No queremos ser tratados como problemas, queremos ser vistos como seres humanos. Ayúdenos a encontrar un camino que nos permita vivir con dignidad, sin tener que elegir entre un techo y la supervivencia.

Gracias por su tiempo y espero que pueda considerar nuestras palabras. Aún estamos aquí, esperando que nos escuche y que juntos podamos construir una ciudad que sea para todos. Una ciudad donde la dignidad no sea un privilegio, sino un derecho para todos sus habitantes.