Opinión | TRIBUNA

Y colorín colorado, la política se ha acabado

Ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras. La política no es simplemente la continuación de la guerra por otros medios. En su origen, la política, tal como la concibieron los primeros pensadores como Aristóteles, tenía como objetivo alcanzar la felicidad pública, la felicidad de la polis, la ciudad. Sin este bienestar colectivo, la felicidad privada carece de un fundamento sólido. En un mundo donde la política parece haber perdido su brújula moral, es crucial recordar su verdadero propósito (aunque nadie se lo crea) crear condiciones que permitan a todos los ciudadanos buscar y alcanzar la felicidad en comunidad.

La política no es un juego. Mentira número dos. En la actualidad la brega parlamentaria parece más bien un juego. El grado de polarización que se está dando confirman que la política ha sido secuestrada y han convertido esta en un juego de suma cero.

Y ya que hablamos de juego y el 28 de mayo celebramos el Día Internacional del Juego, traigo una propuesta: ¿por qué no dar más cabida en nuestro sistema y contar con los verdaderos expertos en juego? Los niños y las niñas. Están entre nosotros, viven en el mismo planeta, del cual, por cierto, deberán bregar con serios problemas que no han generado ellos.

Me agarro a la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, que reconoce el derecho al juego y también dice que «los niños tienen derecho a expresar su opinión cada vez que se toman decisiones que les afectan».

O los políticos profesionales dejan de jugar con fango y barro, de poner piedras en el camino, de insultarse y del «y tú más», y cumplen con sus deberes, o mejor dar paso a los profesionales del slime. ¿Qué podríamos perder?

Aunque recientemente, el Observatorio del Juego alertó sobre una tendencia preocupante: los niños y niñas cada vez juegan menos. La sobrecarga de deberes, las actividades extraescolares y la falta de espacios seguros para el juego están privando a la infancia de esta actividad esencial para su desarrollo y felicidad.

Vaya dilema, ¿dónde está el juego, dónde hay más pelea y brega a día de hoy?, ¿en el patio escolar o en el arenero político?

Sea como fuere, tengo claro que en el diseño de políticas sociales, especialmente en lo que respecta a la infancia, se ha fallado en escuchar la voz de los principales involucrados: los propios niños y niñas. Los gobiernos y administraciones han actuado sin tener en cuenta las necesidades y opiniones de la infancia.

Lo tengo estudiado y comprobado, desde hace años que me ha interesado la percepción que tienen los niños y niñas de la política y la democracia en Balears, y quedé sorprendido por la claridad y originalidad de sus propuestas. En www.minipolitica.eu, puede verse cómo en muchas ocasiones, las ideas de la infancia superan en creatividad y diversidad a las propuestas de los técnicos . Los niños y niñas ofrecen soluciones inclusivas e interseccionales, que abordan problemas colectivos de manera innovadora.

La política es solo cosa de adultos. Tercera y última mentira de hoy. Esta semana presentamos «Lexie, la niña que cambió el mundo», un cuento infantil para hacer una enmienda a la totalidad sobre este tema, los invito a leerlo y descubrir cómo los niños y niñas pueden inspirar cambios significativos en nuestra sociedad.