Opinión | EL DESLIZ

Sánchez quemado en el horno de ‘MasterChef’

El presidente vuelve de su paréntesis existencial con ganas de un tercer mandato y España se vuelca en defensa de la salud mental de una concursante de ‘reality’ que asegura estar «fantástica»

Ilustración: Sánchez quemado en el horno de ‘MasterChef’

Ilustración: Sánchez quemado en el horno de ‘MasterChef’ / Elisa Martínez

Un tipo con chamba, Pedro Sánchez. No todos podemos cogernos cinco días para reflexionar sin que medie un papel del médico, o la firma del superior en el justificante de las vacaciones, y volver como si nada; el concepto de despido procedente es una brida muy clase media que nos ata al puesto de trabajo. Él no tiene jefe, pero sí una mala racha, un arrebato, un pronto; amén de un equipo, un partido político y un país entero en ascuas que le están mirando. Hombre tocado, roto, cabreado, abrasado por los ataques ultras a su mujer, le ha bastado menos de una semana para restablecerse. El presidente del Gobierno demacrado que el lunes por la mañana casi no pronuncia «voy a seguir», el lunes por la noche dice en una entrevista en el Telediario que está dispuesto a encabezar la lucha por la reconstrucción democrática; casi nada, otra Transición agotadora. Y el martes en la Cadena Ser asegura que consumirá los tres años de mandato que le quedan, y que a lo mejor se presenta a otro más. Una capacidad de regeneración que ni las estrellas de mar, solo el CIS lo vio venir. Como siga desayunando así de fuerte acudirá esta noche a El Hormiguero de Pablo Motos y anunciará que acompaña a Nebulossa a Eurovisión. Para salir a ganar, siempre.

Mientras el líder socialista deshojaba la margarita de su futuro, otro debate de altura sobre la salud mental se producía en España. Una concursante de MasterChef llamada Tamara Galimova, de profesión consultora financiera e influencer, decidió abandonar el programa porque no se encontraba «cómoda». «No estoy a gusto y no voy a llegar a la final, así que me voy», sentenció seria, pero ni compungida ni afectada, y muy segura de sí misma. El cocinero Jordi Cruz, uno de los jurados del reality, le respondió enseñándole la puerta, y rechazando escuchar unas justificaciones que, por otro lado, la aspirante a chef no estaba dispuesta a dar porque había «tomado una decisión y ya está». Un tsunami de empatía hacia ella y repudio hacia él se desató en las redes sociales, invocando la falta de respeto por el estado emocional de la joven que había demostrado el profesor. Miles de mensajes de apoyo a la «víctima» y críticas a Cruz y a TVE porque en su función de servicio público había emitido semejante «violencia» motivaron que el ente llegase incluso a desprogramar el capítulo. Como es más fácil escribir un tuit que poner muchos psicólogos en los centros de salud de atención primaria, la mismísima ministra de Sanidad Mónica García se sumó al debate para aportar un sobreactuado: «No, priorizar el bienestar emocional sobre los ritmos de vida frenéticos no es egoísmo, sino una decisión valiente». La gran polémica aflojó el fin de semana, cuando Tamara Galimova y Jordi Cruz compartían sonrientes un directo haciendo una tarta. Ella, que se había jactado de haber disparado las cifras de repercusión de MasterChef tras su salida, afirmaba que «yo de salud mental estoy fantástica» y él apelaba a lo «intenso» de su personaje, mientras aportaba la clave de todo: «Estamos haciendo tele». Pues claro, señora ministra, espectadores empáticos alterados por una chorrada de concurso de cocina, ciudadanos más preocupados por el estrés imaginario que por el que sufren las personas reales a nuestro alrededor. Todo es mentira, un show. El horno de MasterChef no está enchufado y Pedro Sánchez no está quemado.

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