Opinión | Al Azar
El discurso del Rey guerrero
Se entrega el Cervantes a Luis Mateo Díez, un novelista muy por encima del autor del Quijote, y el ministro Urtasun le secuestra a Juan Carlos I el clásico «es para mí un gran honor y satisfacción», utilizado por todos los humoristas para caricaturizar al Emérito. La indolencia de la función demuestra que los actos con presencia regia no se adecúan a las proclamas que despierten a la audiencia del letargo. De ahí el asombro ante las manifestaciones radicales de Felipe VI el pasado lunes, durante una anodina reunión en Mallorca de presidentes de parlamentos de países europeos.
A diferencia del ministro de Cultura, el Jefe de Estado se arrancó con un categórico «la historia nos devuelve la peor de sus caras, porque la guerra ha vuelto a las puertas de Europa». El Rey solo se había dirigido hasta la fecha con una contundencia similar a Cataluña, por lo que podía tratarse de un discurso traspapelado. Para disipar dudas sobre el corte beligerante de su intervención, Felipe VI añadió que observaba «con notable preocupación el agravamiento de los conflictos» de Ucrania o Gaza. En el movimiento final, los «riesgos de escalada bélica regional con graves consecuencias globales» constituyen «un reto para la democracia». Ahí es nada, una arenga a un paso de Guillermo el Conquistador en la batalla de Hastings, por no citar ejemplos castizos.
Sorprenden el tibio foro elegido y la distancia de la Corte madrileña, por mucho que Mallorca sea para el Rey «un lugar tan querido». Estos factores sentimentales han amortiguado una intervención que salida de otros labios sería tildada de apocalíptica. Es posible que el monarca maneje datos que escapan al vulgo, o que traslade al ánima del Estado su estado de ánimo. Nada cambia la radicalidad de las palabras pronunciadas, hasta el punto de que por primera vez en la larga tradición de los discursos de La Zarzuela, es obligado reseñar que quizás no sea para tanto porque el Rey guerrero exagera al ponerse en lo peor. De hecho, si la situación es tan grave como la previsión, tal vez no hay mucho que se pueda hacer al respecto.
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