Opinión

En las colas de la impotencia

Colas en los filtros de seguirdad del aeropuerto

Colas en los filtros de seguirdad del aeropuerto / DM

Justo en uno de los momentos mas álgidos de su actividad, en la Semana Santa y al inicio de la temporada turística, el aeropuerto de Son Sant Joan ha sido escenario de unas escenas indeseables, no solo por su contenido, sino por la reacción ante ellas de los responsables aeroportuarios que tienen a su cargo la garantía de la seguridad y la eficacia en la gestión del tránsito de pasajeros.

Largas colas, tan inesperadas como incomprensibles en los filtros de seguridad del aeropuerto, han hecho que algunos de los usuarios perdieran el vuelo y han generado un comprensible malestar que ha llegado a desembocar en escenas de nerviosismo y algún enfrentamiento puntual entre quienes se disponían a viajar y los trabajadores de seguridad. Lo más asombroso de una anormalidad patente, que salta a la vista aún con los ojos cerrados, es que no es reconocida por ninguna de las partes implicadas de forma directa. Aena admite un máximo de 15 minutos de espera para pasar el control de seguridad y ni siquiera los representantes sindicales de los trabajadores de Trablisa, la empresa concesionaria de la vigilancia, hablan de algún tipo de disfunción laboral. Sin embargo, las compañías aéreas han llegado a recomendar a sus clientes que acudan al aeropuerto con tres horas de antelación con respecto a la programación de su vuelo, dando por hecho que las colas son imprevisibles y largas.

Es evidente que estamos ante una huelga encubierta en la que los vigilantes de seguridad aplican de forma estricta su normativa laboral para denunciar de forma implícita las precariedades que les afectan y reivindicar la retribución adecuada de su trabajo. Uno de ellos reconoció a Diario de Mallorca que su día a día adolece de falta de mejoras salariales, la no contabilización de horas extras, el recargo de exigencias en las tareas atribuidas y demanda de formación.

Sin duda alguna, los trabajadores tienen pleno derecho a reivindicar cuanto consideren oportuno con respecto a su situación profesional, pero todo ello no puede cargarse sobre las espaldas de una pasajero demasiadas veces ninguneado y que no puede prescindir del avión a la hora de salir o llegar a Mallorca. Aena y la empresa de seguridad no pueden seguir negando la realidad. Están obligadas a arbitrar las medidas necesarias tanto para que la situación laboral de los vigilantes de seguridad sea satisfactoria, como para que los pasajeros se encuentren con una situación de fluidez normal y seguridad plena al llegar a Son Sant Joan. Ya no se trata solo del perjuicio a la imagen turística que se pueda ofrecer al principio de una temporada turística que se augura plena, sino de los derechos elementales y la valoración del tiempo que afecta a los residentes. De no hallarse solución inmediata, la administración estatal, la competente, y la autonómica, la afectada, deberán implicarse con intervención directa.