Opinión

Milagrerias

Si la nueva Ley, como maná político y de forma milagrosa, nos trae esa anunciada cordialidad, concordia y conciliación en Cataluña nadie más que yo se alegrará y regocijará

El actor Ed Harris.

El actor Ed Harris. / EFE

Creo que la película tenía por título El Tercer Milagro, en ella el padre Frank, interpretado por el actor Ed Harris, con serios problemas de fe, va a confesarse con su antiguo compañero de seminario, no sin una nada escasa ayuda liquida, ya se sabe que el alcohol tiene la virtud de minimizar las posibilidades de mentir; el padre Frank le confiesa a su amigo al otro lado de la rejilla del confesionario que no está seguro de sus propias creencias y le dice que (hablo de memoria) si todo lo que predican a sus feligreses resulta finalmente no ser cierto, él y su colega quedarán como un par de auténticos estúpidos, aun cuando el calificativo fílmico era sinónimamente más contundente.

Y es que esto de la amnistía cataláunica también va de fe y una cierta carga de religiosidad y por mi parte, como el padre Frank, dudo; el excelentísimo Señor ministro de Justicia, cual predicador del paraíso prometido, nos augura que con la ley del olvido, solo para lo sucedido en Cataluña, todo será un remanso de paz, de armonía, de concordia y que el buen rollo volverá a reinar en el Principat. Pero tras los sermones del profeta de la paz llegan las catalinarias de los perdonados y le dejan como al gallo de Morón, pues no parece que anuncien el retorno a la pretendida cordialidad, a la conciliación, sino que más bien parecen señalar una nueva ofensiva de primavera unilateralista. Lo cierto es que por cuestión de esa ciega fn el mesías lo que días antes de pasar por las urnas era pecado mortal no es que se haya «venializado» es que ahora es condición sine qua non, virtud cardinal para acceder a la gloria celestial; y todos aquellos que antes seguían al profeta hacia allí ahora le siguen con igual obediencia y obcecación en la dirección contraria.

Miren, les propongo, a todos aquellos que antes eran acérrimos enemigos de la herejía de la desmemoria penal y que ahora, con igual vehemencia, se han convertido en presbíteros de la misma, un pequeño juego-ejercicio de política ficción; imaginen por un momento que los partidarios de una determinada visión del Estado, según ellos solo preocupados por la defensa del pueblo y la patria y que, pongamos por ejemplo, fueran contrarios al actual sistema autonómico, a ciertas leyes de género, a alguna tendencia a establecer una apetecible y particular historiografía nacional y a algunas otras cosillas, se hacen una idea ¿verdad?, se pusieran a lanzar a las calles a decenas de miles de sus partidarios y estos se dedicasen a lo que ahora se denomina, con extrema laxitud, desordenes públicos, cortasen ferrocarriles, ocupasen infraestructuras, como por ejemplo en aeropuerto de Barajas, quemasen contenedores, destrozaran mobiliario urbano, asustarán a los demás ciudadanos, causaran daños personales, coquetearan sus dirigentes con alguna potencia extranjera en busca de apoyo para sus querencias, dedicaran dineros públicos a financiar todo el batiburrillo y que como consecuencia de todo ello tuvieran que vérselas, como es de ley, con la Justicia y se vieran sus líderes «exiliados» en país extranjero y que tras todo ello viniera en gobernar el Estado otro partido cercano a su sentir, que precisando sus votos para esa gobernación, procediera a otra nueva, y visto lo visto legal y aceptada, amnistía, con el argumento de volverles a atraer a la política y en pos de la conciliación y la concordia, sin que aquellos alborotadores, pues ya no se les podría llamar sediciosos, se disculparan por el desaguisado; ¿ya se han hecho la representación de todo ello en sus mentes?, pues entonces pregúntense si verían esa igual otra hipotética Ley de Amnistía para la normalización institucional, política y social en Cataluña, perdón en España, con igual simpatía y bondad o por el contrario, y por aquello de quienes fueran los perdonados, les pareciera una total aberración, una injusticia, un sinsentido que se dejara a tales «terroristas», eso sí de distinta cuerda de los de ahora, libres de polvo y paja; como se dice en los exámenes: respondan y razonen la respuesta.

Si la nueva Ley, como maná político y de forma milagrosa, nos trae esa anunciada cordialidad, concordia y conciliación en Cataluña, aquello a lo que Ortega denominaba la «conllevanza», nadie más que yo se alegrará y regocijará, y con la debida contrición reconoceré la falta de razón de mis temores, pero si las cosas en el País Petit vuelven a lo del 17-19 algunos «wishfull thinkers» de ahora quedarán lastimosamente retratados a la manera que definía el peliculero Padre Frank.

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