Opinión | Al Azar

Se llama Crocus City Hall, Moscú

El presidente de Rusia, Vladimir Putin.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin. / / EFE

Vladímir Putin no puede ser derrotado, solo puede ser ridiculizado. Una matanza en pleno Moscú revela la incompetencia manifiesta de la seguridad nacional rusa. Los detallados avisos previos despreciados por el Kremlin demuestran que prefiere sufrir una carnicería a atender a un consejo occidental. Pese a ello, la teoría del aislamiento cultural se desmorona al observar que el segundo atentado más mortífero en suelo europeo después del 11M tuvo lugar en un complejo con parámetros capitalistas, y denominado Crocus City Hall. Es difícil concretar un ejemplo más revelador de sometimiento al imperialismo estadounidense del mall, por mucho que los rusos hayan familiarizado la pronunciación en el amistoso Krokus Siti.

La adscripción occidental queda rubricada sin rubor en dos restaurantes denominados Vegas Crocus City, serían el escenario ideal para un discurso de Putin anunciando el exterminio del mundo libre mientras se zampa una hamburguesa. El Crocus City Hall alberga asimismo la feria del automóvil Moscow International Automobile Salon, con los modelos más lujosos del planeta y la imperativa denominación en inglés. Las valoraciones del centro polivalente en las plataformas, «excelente para actos masivos», suenan insoportables tras la matanza. Sin embargo, todavía sorprende más ver a Moscú convertida en epicentro de la cristiandad para los islamistas.

Crocus City Hall demuestra el sometimiento global a la cultura del espectáculo. El atentado en un enclave norteamericano de Moscú reduce la dialéctica nuclear reactivada por Putin al «narcisismo de las pequeñas diferencias» previsto por Freud. Se inventan discrepancias insalvables entre religiones que un venusiano no sabría distinguir, se esgrimen alienaciones que confundirían a un alienígena. Se oculta la tramoya de que la guerra de Ucrania no ha interrumpido el flujo de petróleo, ni el negocio de los oligarcas en Europa pese al simulacro de las incautaciones. La mayor humillación de Putin no son los 140 muertos de Moscú, insignificantes por comparación con la cuota diaria de sangre en el frente ucraniano, sino que le hayan atacado por occidental.

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