Opinión | Una ibicenca fuera de Ibiza

Ahora que vamos deprisa

Calle Jaume II de Palma, con locales que se alquilan y algunos comercios cerrados.

Calle Jaume II de Palma, con locales que se alquilan y algunos comercios cerrados. / Pere Joan Oliver

La prensa en España adolece de dos males: uno relativamente reciente, nacido en la crisis económica de 2008 y que tras cierres y despidos masivos derivó en una precariedad y un cambio de modelo: más, más barato y más deprisa. Un caldo de cultivo peligrosísimo ya que hace que la otra afección, lejos de sanar, se cronifique.

Relation aller Fürnemmen und gedenckwürdigen Historien (Colección de todas las noticias distinguidas y conmemorables) fue el primer periódico de la historia, editado en alemán en 1605. Johann Carolus, su editor, no tardó en pedir al gobierno una norma que protegiera sus boletines contra las reimpresiones de otros editores, pero más que el plagio, el peligro que amenazaba de muerte aquel invento de recoger las noticias llegaría de las garras del régimen nazi de Adolf Hitler con la creación del Reichsministerium für Volksaufklärung und Propaganda (Ministerio de Ilustración Pública y Propaganda del Reich) con Joseph Goebbels al cargo con la tarea arduamente planificada de controlar los medios de comunicación para mantener así el control sobre la opinión pública. Sin dejar lugar a dudas, la estrategia política del Tercer Reich se acuñó como ‘la Gran Mentira’.

Y aunque sería deseable en este punto relatar aquella historia como extinta, bien sabemos que el dragón que escupe —con premeditación y alevosía— el fuego de la mentira nos acecha por doquier y el más, más barato y más deprisa de las flacas redacciones es un mal arma para defendernos. Nos ha llegado a todos el ensordecedor rugido del animal al sentirse estocado, arremetiendo contra los caballeros que cumplían con su compromiso de perseguir la verdad y sacaban a la luz las noticias nada distinguidas y conmemorables que envuelven —oootra vez— al gobierno de la Comunidad de Madrid siguiendo a pies juntillas algunos de los 11 principios del manual de la Gran Mentira de Goebbels:

Principio de la transposición: Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos. «Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan».

Principio de silenciación: «Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines».

Principio de la vulgarización: «Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida».

Principio de orquestación: La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. «Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad».

Principio de renovación: Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.

Las Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), de Madrid (APM) y Reporteros Sin Fronteras (RSF) han emitido comunicados condenando rotundamente las amenazas enviadas por Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a una periodista de El Diario tras sacar a la luz el fraude —según el informe de la Agencia Tributaria «deliberado, consciente y doloso»— cometido por el novio de Ayuso. Textualmente: «Os vamos a triturar. Vais a tener que cerrar. Idiotas. Que os den». A la pregunta de si era una amenaza, contestaba: «Es un anuncio». El propio Rodríguez confirmaba haber proferido estas amenazas, pero las justificaba como de ámbito ‘particular y privado’.

Poco después las Asociaciones de Prensa volvían a reclamar a Ayuso que protegiera el trabajo de los periodistas en lugar de obstaculizarlo tras un nuevo escándado sobre un bulo que el jefe de Gabinete enviaba a un chat de periodistas: «Dos periodistas de El País han estado acosando a los vecinos de la presidenta, incluido niñas menores de edad, en un acoso habitual en dictaduras. Además, empleados de El Diario encapuchados intentaron acceder a la casa de la presidenta». Rodríguez admitía haber filtrado el bulo, los nombres y la foto de los periodistas pero matizando que se trataba del contexto de «una conversación personal. No es una cuenta de la Comunidad». El mismo Miguel Ángel Rodríguez cuya presentación en la red social X —antes Twitter— reza: «Me entristece el cada vez más bajo nivel de la vida pública española».

A saber si Rodríguez tendrá la altura de abandonar o lo cesarán del cargo que mancha; si el periodismo sobrevivirá a la precariedad, pero de escudo nos queda la historia: rememorar —que no conmemorar— que el acoso, el verdadero «acoso habitual en dictaduras» se define precisamente por la persecución, la censura, las amenazas a la prensa y las prebendas a los falsos periodistas que acometen la indigna tarea de propagar como noticia lo que es propaganda. Lo que es mentira.

@otropostdata

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