El Mallorca saborea la Copa del Rey

Celebración del gol de Larin en el Mallorca-Girona.

Celebración del gol de Larin en el Mallorca-Girona. / RCDM

Editorial

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El Mallorca ha llegado a la final de la Copa del Rey porque hay un plan que ha funcionado. La propiedad, encabezada por el norteamericano Andy Kohlberg, ha traído estabilidad al club y un proyecto a largo plazo. Nada de perder los nervios por encadenar algunas derrotas y asomarse al precipicio del descenso, un vértigo por otra parte desconocido en el deporte americano donde no existe la presión de la bajada de categoría. Aunque el Mallorca no tiene garantizada la permanencia, que se lucha partido a partido, la propiedad se esfuerza por transmitir calma y confianza a la plantilla y al cuadro técnico. El club conoce sus límites, no machaca con quimeras de Champions, aspira a estabilizarse en Primera y en cumplir algún sueño grande. No estaba en sus planes llegar a la final de la Copa del Rey ni lo ha exigido. El triunfo se vive como un plus y trae bajo el brazo la incursión en la Supercopa que los descendientes de Madina Mayurqa disputarán en Arabia Saudí. Mirada larga, a veinte años vista, asumiendo que puede haber baches, pero también fortaleza para superarlos, y alguna alegría, como la de llegar a Sevilla.

A diferencia de otros sátrapas lugareños que han utilizado el palco del Mallorca como escaparate personal y trampolín de sus negocios, Kohlberg hace gala de una absoluta discreción e invierte, no saquea. Hasta la fecha, ha inyectado al club en torno a cien millones de euros, que han permitido sanear las cuentas y remodelar las instalaciones. Ha hecho de Son Moix un campo de fútbol único, donde se aspira a algo más que ver partidos. Todo bajo la batuta del CEO Alfonso Díaz, quien a diferencia de otros responsables deportivos inmersos en trifulcas internas, representa la voz única por la que se expresa la propiedad del club. Tarea pendiente, el equipo femenino. En el terreno deportivo, el Mallorca aspira a ser casa de acogida de jugadores con potencial, que necesitan tener minutos de juego para crecer, demostrar y luego volar. Un modelo de negocio en el que las dos partes ganan.

El Mallorca es una empresa que gestiona algo más que dinero. Se nutre de sentimiento. El mallorquinismo deportivo es la expresión colectiva más grande de la historia. Ha alcanzado los veinte mil socios y ha seducido a muchos jóvenes, lo que garantiza continuidad. A diferencia de otros inversores americanos que no acaban de conectar con el alma del aficionado, como ha ocurrido por ejemplo con el Manchester United, el proyecto social desarrollado en torno al Mallorca, con fiestas y espectáculos vinculados a la tradición del fuego y los dimonis explican parte de ese éxito. Llegar a la final de la Copa del Rey ha inyectado moral a una afición que dejará atrás el sufrimiento liguero y vivirá esta emoción por cuarta vez en la historia del club. El gran artífice de este logro ha sido Javier Aguirre, que diseñó una estrategia perfecta y supo transmitir al equipo lo que necesitaba. Salid a disfrutar. Y con ellos disfrutó la afición, especialmente con Dominik Greif, al parar dos penaltis clave. Pase lo que pase ante el Athletic, el Mallorca ya saborea la Copa.