TRIBUNA
La dignidad de Alexei Navalny
Alexéi Navalny ha sido asesinado por dos motivos evidentes, teniendo uno carácter moral y el otro político aunque ligados entre sí al ser el segundo consecuencia del primero
No pudo viajar hasta Estrasburgo para recoger personalmente el Premio Sájarov que el Parlamento Europeo le había concedido (2021) porque meses atrás había sido nuevamente detenido, en la propia cabina del avión que le devolvía a Moscú, procesado e ingresado en prisión preventiva justo después de haberse recuperado in extremis, en un hospital berlinés, del intento de asesinato que había sufrido por envenenamiento químico (novichok, una sustancia letal indetectable que provoca paro respiratorio y cardíaco), cuya autoría provenía de los servicios secretos rusos (FSB) conforme a la indagación confesa de uno de los participantes.
El pretexto inicial de esa detención era su incumplimiento de su personación ante el Tribunal que instruía el procedimiento. No podía, claro está, estando hospitalizado (siendo el hecho público y notorio) pero eso le era indiferente al régimen autocrático y represivo de Vladimir Putin porque el motivo real consistía en imposibilitar su candidatura en las próximas presidenciales rusas al precio que fuera, sea por la vía de la arbitrariedad judicial o yendo más allá. Los casos de los disidentes Ana Polikovskaia y Aleksandr Litvinenko (ambos envenenados y posteriormente asesinados) resultan un calco al presente. En el segundo el TEDH (Sentencia de 11-09-2021) consideró a Rusia directamente responsable de su muerte (violación del art. 2 CEDH, salvaguardia del derecho a la vida) en una operación perfectamente planificada; un Tribunal que anteriormente (STEDH 02-02- 2017) también la había condenado por haber recluido ilegalmente a Navalny en «un proceso contrario al derecho de justicia y equidad». Exactamente igual que en el caso Mijail Jodorkovki doblemente condenada (SSTEDH de 31-05-2011 y de 25-07-2013) por la misma violación del CEDH y por haber sometido al encausado a «condiciones inhumanas y degradantes» durante su estancia en prisión y «en las comparecencias públicas» (véase art. DM 16-03-2022 «La indefensión de la ciudadanía rusa»), siendo el colmo sancionarle penitenciariamente por alegar en la Sala de audiencias la jurisprudencia del TEDH que tiene rango de cosa juzgada para el Estado condenado (Rusia) además de constituir la cima de la escala del derecho en Europa. Una vergüenza ajena descomunal desde cualquier perspectiva o punto de vista. Situaciones análogas. Presos en Siberia ambos. Crímenes de Estado.
A mi entender, Alexéi Navalny ha sido asesinado por dos motivos evidentes, teniendo uno carácter moral y el otro político aunque ligados entre sí al ser el segundo consecuencia del primero.
Más allá de sus denuncias por la corrupción sistemática del sistema, por las irregularidades electorales reiteradas y por el propósito del régimen de Putin de «suprimir el pluralismo político que forma parte de una democracia efectiva regulada por el Estado de derecho» (en palabras del presidente del PE David Sasoli PE), aspecto político, la emergencia de la figura de Navalny nos conmueve por su coraje, por su dignidad, por su capacidad y voluntad de resistencia, por su valentía, por su fortaleza en las horas más difíciles, en definitiva por su fidelidad en la defensa de sus ideales, por los valores trascendentales en la historia de la humanidad.
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