Tribuna

Navalni, otra víctima de Putin

El asesinato refuerza a Putin : hago lo que me sale de los huevos y no me va a pasar nada

Monumento improvisado en memoria de  Alexei Navalny en Moscu

Monumento improvisado en memoria de Alexei Navalny en Moscu / EFE

Fernando Toll-Messía

Fernando Toll-Messía

Hace año y pico vi en HBO el documental sobre Navalni y recuerdo que me impresionó el personaje por varias razones: Desde su coqueteo con la extrema derecha nacionalista rusa, que justificaba porque había que hablar con todo el mundo para configurar una oposición a Putin, pasando por su enorme descaro cuando, haciéndose pasar por otra persona, hablaba con el agente que envenenó sus calzoncillos con novichok y casi le mata; por su cariñosa relación con su familia, su enorme complicidad con su equipo, e incluso por una inexplicable asunción de rol de mártir que llevaba con absoluta naturalidad, y que presagiaba su final. Algo muy difícil de entender en un cristiano del siglo XXI. El documental acaba con su vuelta a Moscú y detención después de haberse recuperado en Alemania del envenenamiento ordenado por Putin, y era el colofón de su final elegido, antes de ser asesinado en una prisión del Ártico.

No hace mucho que fue enviado a la prisión Lobo Polar. La idea era aislarlo de sus amigos, familia y abogados y propiciar un entorno más sencillo para asesinarlo. Por lo que debemos deducir que hace tiempo que Putin quería su muerte.

El pasado de exespía del antiguo KGB de Vladímir Vladimirovich Putin justifica su detallada estrategia y planificación. Navalni debía ser eliminado como último reducto a sus aspiraciones a convertirse en el zar absoluto. Precedieron las muertes de Ana Politkósvaya, Stalisnav Markélov, Natalia Estemírova, Boris Nemtsov y Prigohzin, principalmente. Activistas, periodistas, políticos y rivales que le disputaban el prime time.

He leído análisis de profesionales mucho más sesudos que yo que argumentan que el asesinato de Navalni por Putin (los sicarios que lo materializaron sólo son cooperadores necesarios) demuestra su debilidad. Por el contrario, creo que lo que refuerza es una enorme fortaleza: hago lo que me sale de los huevos y no me va a pasar nada. Lo mato porque quiero y porque puedo, y además en un momento en el que tengo aterrorizados a todos mis rivales: a Zelenski que está cediendo terreno (Adivka) porque no tiene munición suficiente para enfrentar a las tropas rusas; a la Unión Europea tremendamente dividida en sus críticas a apoyos a Israel, y timorata en su apoyo a Ucrania, y a los Estados Unidos, más desunidos que nunca en su apoyo a Zelenski por la labor de zapa realizada por Trump que huele la victoria de noviembre frente a Biden, un anciano senil, último bastión capaz de unir las diferentes sensibilidades demócratas. Lo único que teme Trump son los tiempos judiciales de los muchos procesos que le aguardan.

No obstante, si hasta la fecha no ha se ha pedido su ingreso cautelar en prisión por el golpe de estado interruptus del pasado 2021, sólo se justifica por lo deteriorada que está la democracia americana. Imagínese usted que hubiese pasado si Pedro Sánchez o Alberto Núñez Feijóo hubiesen hecho algo similar en España. Tengo bastante claro que aparte de su muerte política y civil, ya estarían en prisión. Es importante incidir en esta cuestión para aleccionar y denunciar a los descerebrados (as) que nos comparan con democracias fallidas.

Putin trazó una estrategia de aguante a largo plazo, y dos años después lo ha conseguido. La economía rusa resiste consistentemente, las sanciones le han hecho un daño relativo, sigue vendiendo gas y petróleo en cantidades relativamente similares a antes de las sanciones; tiene colaboradores internacionales que le ayudan a sortear estas últimas; apoyos financieros y militares de Corea, Irán, India y China, y, probablemente, ha asumido que tendrá que jugar un rol de comparsa de China. Algo perfectamente asumible en el eje pérdida-beneficio, frente al pérfido Occidente.

Me equivoqué y nos equivocamos pensando que el fabuloso poder de la Unión Europea y de los Estados Unidos frenaría en seco las ambiciones existenciales de Putin. Incluso he llegado a pensar qué papel ha tenido en la financiación y ataque de Hamás a Israel para acabar de romper la coalición occidental. La cuestión es que ha ganado. Ahora falta saber qué más nos va a costar a los burgueses europeos, cuya única preocupación es seguir manteniendo un nivel de vida fabuloso en comparación al resto del mundo.