PENSAMIENTOS

Se vende piso con bicho

La casa no se puede visitar. El intruso, lógicamente, no está por la labor de que se le acabe el chollo. Ya le va bien con el actual propietario que no ha podido desalojarle

Se vende piso con bicho

Se vende piso con bicho / B. Ramon

Felipe Armendáriz

Felipe Armendáriz

La emergencia habitacional en Balears ha subido un peldaño con la puesta a la venta de pisos con «okupas» dentro. Los desesperados buscan, como agua en el desierto, algo accesible en los portales inmobiliarios. A menudo se topan con sorpresas.

De repente un anuncio capta su atención. El precio del inmueble no es estratosférico y está ubicado en un barrio atractivo y acogedor, como el mío de Son Dameto. La superficie supera los 100 metros cuadrados; la fachada no parece muy antigua. Pinta bien.

El sediento, antes de entrar en esa atractiva oferta, ya piensa que «algo malo tendrá». El jarro de agua fría llega muy pronto: se avisa en la primera línea que «el activo está ocupado». «Mierda», se lamenta el asiduo de esas páginas tan de moda hoy en día.

Pese al desengaño, decide seguir leyendo para conocer el alcance del despropósito. El vendedor califica la operación de «oportunidad para inversores». O sea: los que justito, justito, aspiran a reunir la entrada y a que una entidad financiera acepte prestarles el resto a mil años vista y con un euríbor desatado pueden descartarse.

Uno se imagina a alguien que tiene mucho dinero en efectivo, o un crédito ilimitado, y que quiere (y puede) arriesgarse. El precio no es que sea un caramelo. Es un poco más bajo que el de mercado, pero tampoco está regalado.

El reclamo enumera a continuación los principales obstáculos para la adquisición, que no son pocos. Otros problemas se los callan.

Lo primero que se dice es que la casa no se puede visitar. El intruso, lógicamente, no está por la labor de que se le acabe el chollo. Ya le va bien con el actual propietario que no ha podido desalojarle. Igual viene otro con más brío (o suerte) y acaba a la intemperie.

No hay fotos, solo la de la calle. No podemos averiguar cómo está la cosa. Tampoco podemos hacer planes sobre si vamos a reformar los baños, la cocina o los dormitorios. Misterio total.

La presencia del usurpador impide también que los tasadores oficiales accedan al inmueble. Sin tasación no hay hipoteca. La web recuerda que el adquiriente tendrá que ofrecer otras garantías al banco para conseguir el préstamo. ¡Cómo si fuera tan fácil!

Nadie se quiere pillar los dedos. La situación es de desinformación total. Lo normal es que los «okupas» no cuiden su alojamiento como si fuera en propiedad o como si, en calidad de inquilinos, tuvieran que responder de un mal uso. A ellos qué más les da.

Otro marrón es la cédula de habitabilidad. El ofertante asegura que no la tiene y advierte que el nuevo titular tendrá que buscarse la vida para obtenerla.

El texto, redactado por un abogado, habla de las posibles demandas judiciales para recuperar la posesión. En un gesto generoso se afirma que el osado comprador «podrá subrogarse en las acciones legales». El actual perjudicado correrá con las minutas hasta el día de la transacción. Después el inversor tendrá que pagar a abogados, procuradores, detectives privados y peritos.

Si la Justicia fuera rápida, se podría hacer un calendario aproximado para conseguir las llaves. La realidad es que en Palma se están señalando juicios a tres años vista y a nada que los moradores ilegítimos sean espabilados lo van a tener muy fácil para prolongar la usurpación. Busquen asesoría legal antes que nada, nos aconsejan.

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