Al Azar

El rey Danés de la prensa rosa

Federico X saluda, ayer en el palacio de Christiansborg, en Copenhague, tras su proclamación como rey.

Federico X saluda, ayer en el palacio de Christiansborg, en Copenhague, tras su proclamación como rey. / Bo Amstrup

Matías Vallés

Matías Vallés

En lugar de cumplir con su cometido, la mitad del periodismo serio se consagra a denigrar al amarillo. Esta injusticia obliga a los defensores y consumidores de la prensa rosa a recordar que cumple una labor higiénica, porque su bombardeo indiscriminado no protege a los poderosos, aunque cause daños colaterales. Y aparte de la resbaladiza superioridad ética del academicismo periodístico, el sensacionalismo tiene efectos reales. Ocurrió con Lady Di, cuando la única verdad de su torturada relación con Carlos de Inglaterra se publicaba en los tabloides, alimentados además por ambos cónyuges. Ha vuelto a suceder en Dinamarca, donde algo huele a podrido en la acelerada abdicación de la reina Margrethe y la coronación de Federico X, tras las escandalosas noticias de paparazzi sobre las infidelidades del segundo.

No es descabellado afirmar, y volvemos aquí a los criterios de la prensa seria, que la inesperada renuncia en vida de Margarita de Dinamarca tuvo por objeto salvar el matrimonio del heredero. La ya exreina confía menos en su hijo que en su nuera Mary Donaldson, un criterio en que le acompañaría sin fisuras cualquier persona sensata. Una vez que el tarambana llevó su inconsciencia al límite en Madrid, la soberana danesa activó el mecanismo nuclear de la abdicación. Dicho de otra forma, sin los paparazzi que montaron guardia en la desapacible madrugada madrileña, la sucesión no se hubiera producido. Federico X reina por la gracia de la prensa rosa, la otra se centra en destacar la «asombrosa» decisión materna sin aclarar los motivos de la estupefacción.

Federico X se ha ganado el trono en la cama, como es habitual en su profesión. El beso en falso que le suministró su esposa, tras la coronación mutua, no oculta que la abogada australiana se ha sometido a una transacción. Mary Donaldson alcanza el título de reina antes de lo previsto, a cambio de mantener el escándalo en los límites de la indignación intuida pero no oficializada. Es decir, dentro de las fronteras de la prensa seria, hasta que otro paparazzi pierda el sueño.

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