No me convoquen más a defender la Constitución

Carmen Lumbierres

Carmen Lumbierres

Será por estos días de transición entre fiestas, por la resaca de Nochevieja, cada año más ligera, porque con la edad tiendes a la moderación, que los llamamientos a defender inconcreciones se me hacen bastante cuesta arriba. Tengo pendientes cuatro lavadoras, volver a llenar la nevera por tercera vez en una semana, regalos invisibles de esas tiendas llenas de cosas inútiles pero abarrotadas de gente, escuchar los conflictos posnavideños, animar al estudio a un adolescente en estos días tan propicios para la nada, arrastrar sacos de pellets para una caldera que funciona aleatoriamente y trabajar, aunque algunos dirán, si tuvieras que ir a picar a la mina. Esos mismos pueden venir a ayudar con los sacos, aguantaría con agrado el apelativo de floja si alguien me hace el trabajo.

Si me vendo por un poco de ayuda, algún líder cree que estoy en disposición de luchar sin objetivo definido, porque han abierto tantos frentes que no sé si es contra Sánchez, Calviño, Puigdemont, Rufián, Aitor Esteban, el alcalde de Pamplona, el de Madrid, el BNG en bloque, Yolanda Díaz, Pablo Iglesias ya sé que no es, eso lo tengo claro. Creo que había que parcializar el objeto de defensa porque 169 son muchos artículos más cuatro disposiciones adicionales, las transitorias decayeron con el tiempo y la disposición derogatoria, ahora parece que afecta al sanchismo más que la Ley del 77 para la Reforma Política.

Si es para defender el sustrato democrático del proceso de la elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial por el Parlamento, apúntenme, el capítulo II con sus 24 artículos lo firmo sin rechistar, pero igual el 12 sobre la mayoría de edad me parece debatible e incluso modificable como algunos apuestan sobre el derecho al voto. Me parecen imprescindibles los principios rectores de la política social y económica, pero vista nuestra reciente historia de salud pública quizás una Constitución más militante en la prestación de servicios públicos básicos y universales me parecería más correcta. Si me quieren para defender el título VIII, la organización territorial, no me llamen, eso es un guirigay de intenciones que nadie ha tenido la osadía de modificar para que se parezca más a la realidad cincelada con las sentencias del Tribunal Constitucional. El problema es que igual tenemos visiones distintas sobre cómo modificarlo, y esa es la cuestión, ningún texto legal es sagrado y su legitimidad está en la negociación y el acuerdo, que va cambiando igual que pasamos de generación.

Lo que no cambia es que hay que comer, calentarse, limpiar, trabajar y eso nos lleva mucho tiempo, acótennos los encargos, por favor.

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