Carta a los Reyes Magos

Carles Francino

Carles Francino

Hace años que las campañas publicitarias de Navidad se han convertido en una carrera emocional. Desde el Vuelve a casa, vuelve, un hit histórico de El Almendro, la competición se ha vuelto más reñida con las superproducciones de Campofrío o los anuncios de la Lotería, donde la generosidad a prueba de premios desmonta hasta a los más brutos. Todo el país se convierte por unos días en un valle de lágrimas.

Porque por muy estomagantes que puedan resultar los villancicos y las ridículas peleas por ver quién tiene el árbol más grande o las luces más chulas (¿dónde quedó aquel pánico cerval, de hace solo un año, por la posible falta de energía?), hay que ser más raro que un perro verde para que estas fiestas no descorchen nuestra parte tierna. O sea, que parece un tiempo de tregua para los malos rollos y la mala baba. Pero no para todos. Los odiadores de la red -que suena a grupo de rap-, esos no descansan nunca.

Ya sabemos que la bomba lacrimógena de este año es el anuncio de Suchard, una deliciosa historia de animación con aroma de Pixar, en la que dos abueletes bucean en el mar de los recuerdos, con hijas, yernos, nietos, incluso un perro... y llegan a la conclusión de que lo han hecho bien. Ha sido un fenómeno viral y el equipo que lo creó ha recibido un montón de merecidos elogios. Pero a la periodista de El País Luz Sánchez-Mellado se le ocurrió colgar el siguiente tuit: «El anuncio de Suchard y la familia perfecta ya huele, y anda que no queda turra, digo turrón. Por cierto, los padres/ madres divorciados/as, solos/as, y los no padres/madres, también lo han hecho bien».

Ha sido como apretar el botón nuclear. Amargada, solterona y enemiga de la familia tradicional han sido las respuestas más suaves que ha recibido; también hay quien le recomienda comprarse un gato. Y ella, veterana en la red, acorazada por mil batallas tuiteras, confesaba el otro día que esta vez el tsunami la ha superado. Había pensado pedirle a los Reyes poder convencerla de que no pise más charcos, pero creo que lo cambiaré. Lo que necesitamos, Majestades, es una vacuna contra la gilipollez y la intolerancia.

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