Opinión | Al Azar

La Princesa es un títere de Serrat

Joan Manuel Serrat, flamante premio Princesa de Asturias de las Artes, atiende a los medios en la sede de la SGAE en Barcelona, este miércoles 24 de abril.

Joan Manuel Serrat, flamante premio Princesa de Asturias de las Artes, atiende a los medios en la sede de la SGAE en Barcelona, este miércoles 24 de abril. / ZOWY VOETEN

El álbum negro de Miguel Hernández es la obra maestra de Joan Manuel Serrat, una aportación esencial a la poética castellana. Su segundo disco en importancia es precisamente el primero, Ara que tinc vint anys. En aquel 1967 aparece la mención inaugural a una princesa en la obra del cantautor, hecho notable porque su producción no abunda en referencias monárquicas. En la extraordinaria canción Els titelles, uno de los títeres ostenta la calidad principesca. En lugar de un palacio, habitan en la feria dentro de «una maleta de cartón forrado». Allí duermen juntos «la bruja y el rey, el héroe, la princesa y el viejo sensato».

Un siglo más tarde, Serrat es el «vell assenyat» que recibe el premio Princesa de Asturias aunque pertenece en realidad a la generación de su abuelo Juan Carlos, hoy más conocido como el «viejo insensato». El cantante que renunció a participar en el festival de Eurovisión franquista entonces y ahora, al no permitirle el La,la,la en catalán, se ha convertido en una forma de vida. Su filosofía fue abrazada con furia como símbolo de la neodemocracia, pero todos han abandonado ya sus pautas, por lo que se galardona ahora la jubilación en los escenarios artísticos y vitales. Para regocijo de los independentistas, que redoblarán sus acusaciones de traidor contra el cantante premiado en España.

La sabiduría de Serrat ha consistido en vivir al margen de su impacto, una proeza todavía factible en el siglo XX. Desde aquella sabiduría, sigue recordando a la princesa de trapo que los títeres duermen «solos, completamente solos». Y que «están cansados», porque «durante todo el día unas manos los han tenido bailando, delante de los ojos abiertos de unos niños boquiabiertos». Es difícil encontrar una descripción más exacta de la monarquía, con la seriedad suficiente pero no excesiva que caracteriza al cantante. Es muy probable que Leonor Borbón Ortiz no haya escuchado jamás por iniciativa propia un disco del premiado. Sin embargo, le conviene impregnarse de las enseñanzas transgeneracionales de un artista sin parangón.

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