‘Streamflación’

Si las compañías de ‘streaming’ fidelizaron al cliente dándole duros a cuatro pesetas fue para volverse imprescindibles, para que llegado el momento de pedir más dinero nadie se plantease cancelar el servicio

Elena Neira

Elena Neira

Los que tenemos plataformas de streaming contratadas tenemos que pagar por ellas un poco más cada mes. Netflix abrió camino subiendo precios en EE UU, una medida que no tardará en implantar en el resto de los territorios. Apple también anunció un aumento de tarifas. Su plataforma, Apple TV+, se encareció en un 40%, pasando de 6,99 euros a 9,99 euros al mes. Otros servicios, como Prime Video o Disney+, no subirán las cuotas de momento, aunque obligan a pagar un poco más si se quiere evitar la publicidad, ya que al precio actual del servicio los contenidos incluyen anuncios.

El streaming ha dejado de ser el paraíso de bajo coste que fue en tiempos. Las compañías que gestionan estos servicios ahora se toman sus números rojos muy en serio y el pato, lamentablemente, lo van a pagar sus clientes. A pesar de lo impopular de la medida no parecen tener miedo a que les explote en la cara. Tras años invirtiendo en crear una necesidad a precios de derribo, confían haber generado tal nivel de dependencia por el servicio que la mayoría acabará pasando por el aro.

El negocio de las plataformas de streaming siempre pareció demasiado bueno para ser verdad y la realidad ha demostrado que así era. Llegaron a nuestras vidas con una propuesta revolucionaria. Horas y horas de contenido original por una fracción del coste de la televisión de pago, y sin tener que tolerar ni un solo minuto de publicidad. Su propuesta comercial, basado en el todo lo que puedas ver a través de un sistema de acceso directo y con posibilidad de ser compartido por varias personas, consiguió convencer a uno de los países con mayores estadísticas de pirateo del mundo. La cultura del todo gratis no tardó en verse arrinconada y poco a poco se fue superando el prejuicio de que pagar era de pringados. Pagar por ver una plataforma de streaming, casi por arte de magia, molaba.

Ocho años, una pandemia y una recesión económica después el mundo ya no es el que era. Se ha confirmado que el modelo económico de las plataformas es financieramente insostenible. No hace falta ser un genio para darse cuenta de que las cuentas no cuadraban.

Pensemos en Netflix. Se estima que la compañía invirtió en contenido unos 17.000 millones de dólares en 2022. ¿De verdad alguien pensaba que era posible amortizar este gasto con más de la mitad de sus clientes (los que compartían cuenta, según la compañía) pagando tres euros (o nada) al mes? El planteamiento del streaming basado en la suscripción siempre planteó dudas, pero las compañías se tiraron un farol y lo apostaron todo a ganar cuota de mercado, aunque fuese a costa de perder mucho dinero. Todas pensaban que, a medio plazo, el volumen de clientes sería tan grande que los beneficios llegarían.

No nos engañemos. Las compañías no han tenido una iluminación repentina sobre los fallos de su modelo de negocio. Conocían perfectamente el riesgo de su aventura empresarial. Si fidelizaron al cliente dándole duros a cuatro pesetas fue precisamente para ganarse su corazón y volverse imprescindibles, para que cuando llegase el momento de pedir más dinero nadie se plantease cancelar el servicio.

Tener contratada una plataforma de streaming, incluso con los precios ya actualizados al alza, sigue siendo asequible si tenemos en cuenta lo que nos están ofreciendo. Es la suma de varios servicios lo que, para muchos, va a ser inasumible en este nuevo escenario. El futuro a medio plazo, aseguran los analistas del sector, augura un cliente fiel a una plataforma y que, a lo largo del año, irá teniendo escarceos mensuales con otras. Son pésimas noticias. Si los números ya no salían con clientes que pagaban todo el año, difícilmente conseguirán tener una tesorería estable con unos suscriptores que solo estén dispuestos a pagar unos cuantos meses.

El reto que las plataformas tienen por delante es inmenso. Necesitan gastar menos, mantener el volumen de producción y cobrar más. Todo ello sin perder clientes. Y, a ser posible, aumentando un poco la base de suscriptores trimestre a trimestre. Que Dios reparta suerte.

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