Desde el siglo XX

Sin Belarra y Montero, el Gobierno no caerá en estridencias

Podemos siempre ha sido ruido y furia, incluso hoy, hecho unos zorros, jibarizado, ausente del Consejo de Ministros, sigue dando la nota, mecido por Pablo Iglesias

Ione Belarra, Pablo Iglesias e  Irene Montero.

Ione Belarra, Pablo Iglesias e Irene Montero. / EFE/Emilio Naranjo

José Jaume

José Jaume

El ruido interno, el externo no hay criatura capaz de atemperarlo, parece que se ausentará del Gobierno, en el que las voces disonantes, o con más concreción: filibusteras, han sido suprimidas por el presidente Pedro Sánchez, respaldado, cuando no impulsado, por Yolanda Díaz, su vicepresidenta segunda. Del Ejecutivo han salido Ione Belarra e Irene Montero, palafraneras, obedientes discípulas de Pablo Iglesias. Es asunto relevante, esencialmente supone que la disidencia interna, mucho más corrosiva que los embates externos, o bien desaparecerá o se le pondrá la siempre recomendable sordina. Montero ha sido una ministra disolvente, absurda, que con la Ley del solo sí es sí llegó a niveles de ridículo, dañino empecinamiento, inalcanzables para quien tenga atisbos de sentido común y sepa embridar el fanatismo que a todos nos caracteriza en un momento dado. Montero ha devenido en disolvente, como siempre ha sido Pablo Iglesias, que no ha parado hasta liquidar a la criatura que creó: Podemos. Junto a ella, la otra ministra, Belarra, tanto o más sectaria y fanática que su colega. Las dos han hecho mucho daño. Demasiado.

De no haber sido por su presencia en el Gabinete, es plausible que las elecciones del 28 de mayo, autonómicas y municipales, se hubieran resuelto con menos sangría para las izquierdas. Podemos es rémora. Sus cinco diputados, entre los que ya no está Montero, sí Belarra, podrán incordiar, hasta hacer perder votaciones al Gobierno; agonizantes estertores de una fuerza política que pudo haber sido, que tuvo un instante de lucidez (la moción de censura a Mariano Rajoy, urdida por Iglesias), y no fue; algo semejante al fenecido Ciudadanos. Son, en ambos casos, sus propios y groseros errores las que las han condenado. Bramará Pablo Iglesias. Llamará a la resistencia Belarra. Será ungida mártir de la causa Montero. Aspavientos finales. Si se presentan en solitario a las elecciones al Parlamento Europeo de junio, sin el amparo de ERC y Bildu, cita que adquiere excepcional importancia tanto en España como en Europa, porque puede deparar radical cambio: ahí aguarda la extrema derecha, cosechará descomunal fracaso. Su tiempo ha finiquitado. Lo entienda o no lo quiera asumir Iglesias y Cía.

Vox gallea en Mallorca. Encadena ridículos uno tras otro, da cumplidas muestras de sumisión al PP de Marga Prohens. Idoia Ribas, portavoz en la Cámara balear, parece la portavoz adjunta de los populares. Ay el despacho profesional. A cuánto obliga. Pero Vox gallea. Ha demandado, vía ucase, por lo tanto requerimiento de obligado cumplimiento, que IB3, que estrena director general, Albert Salas, (deja la jefatura de prensa del Real Mallorca, en situación precaria, costumbre ancestral en sus intermitentes periplos por la Primera División), en sus informativos, se supone que también en los programas de entretenimiento y cocina, sobreabundantes, omita referirse a ellos como la extrema derecha o ultraderecha, puesto que al PSOE no lo tildan de extrema izquierda. Atendí a uno de sus informativos tras hacerse público el ucase para comprobar si había surtido efecto. El resultado fue que la extrema derecha ya no era extrema derecha: IB3 la ha constreñido a su nombre de pila: es Vox y solo Vox.

También llamativa la querencia, de la que no son capaces de sustrarse, de los clérigos de Més (antes PSM), deseosos, desde la noche de los tiempos, de ser acunados en el regazo acogedor del PP. No se han opuesto a la elección de Albert Salas, porque, parece, éste les ha garantizado no se sabe qué acerca de la utilización del catalán en la televisión pública balear. Otro ucase de la extrema derecha, o sea, Vox, pondrá las cosas en su sitio.

Acotación anticipativa.- Las posiciones con las que nos adentramos en los nuevos tiempos, tan viejos, no se moverán hasta que no se sepa el resultado de las elecciones europeas. Queda dicho que serán trascedentes. De lo que resulten dependerán muchas cosas, incluida la propia legislatura española. Además, elecciones en Galicia, País Vasco, Cataluña. No hay posible sosiego.

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