PENSAMIENTOS

Basta ya de tanta tontería

Felipe Armendáriz

Felipe Armendáriz

«Basta ya de tanta tontería, hoy voy a ir al grano, te voy a meter mano…», cantaba en 1991 Amistades peligrosas, en una letra que hoy no pasaría la censura de los «ofendiditos». La cita guarda relación con una reciente decisión de la Universidad de Barcelona (UB), que ha acordado volver al masculino como genérico, sin renunciar, eso sí, al desdoblamiento masculino-femenino.

No tengo ganas, ni energías, para entrar en un debate sobre el lenguaje inclusivo. Doctores tiene la santa madre iglesia. Dejo para filólogos, feministas, ultraderechistas y militantes LGTIBIQ+ la discusión. Todos tienen sus razones para su opción preferida.

Simplemente decir que yo no lo utilizo, ni oralmente, ni por escrito. Procuro adaptarme a la gramática del castellano que me enseñaron de niño. Es mi herramienta para comunicarme, para transmitir mensajes y para hacerme entender. Que no es poco.

La entidad académica ha dictado una instrucción donde, en los textos en catalán, regresa al masculino como genérico y desestima el desdoblamiento. La primera razón esgrimida es que el masculino como género gramatical no es excluyente. Es decir que hablar como siempre no margina ni a las mujeres ni a otros colectivos. «El masculino como género gramatical no marcado no excluye a las mujeres ni a las personas no binarias», razona el documento.

Hace unos años existía el consenso entre los hablantes del castellano y del catalán para utilizar, especialmente en nombres sobre grupos o colectivos, el masculino como aglutinador de todos los nombrados, con independencia de su sexo. Se decía (y se sigue haciendo) niños, alumnos, ciudadanos, vecinos. Nadie pensaba que al hablar así dejamos atrás a las estudiantes o a las residentes femeninas.

Una lingüista, y profesora universitaria, Ona Domènech, en declaraciones a La Vanguardia, ha apoyado la marcha atrás. «Usar el masculino como genérico no es machista», ya que no necesariamente el género gramatical coincide con el sexo.

Podemos respirar tranquilos: la gramática y la sintaxis de toda la vida no nos convierten en cromañones.

Otro segundo argumento (este de mayor peso) es el galimatías que ha creado la doble vía. En catalán y castellano resulta muy complicado estar todo el tiempo duplicando nombres, pronombres y adjetivos.

«No se puede hacer un texto normativo con lenguaje inclusivo porque se acaban generando textos incomprensibles», remacha Domènech.

El lenguaje administrativo es árido, farragoso, lleno de menciones a disposiciones, normas de todo tipo y leyes. Cualquier resolución, por simple que sea, tiene unos antecedentes, unos elementos fácticos y unas disposiciones. Luego vienen los anexos. Y demás postre.

Cualquiera de nosotros que ose hacer un trámite telemático (muchas veces a la fuerza) sabe de lo que estoy hablando. La cosa se complica cuando la Administración de turno no nos da las instrucciones con claridad. Vamos, que matricularse en la UB era toda una hazaña.

La Universidad de Barcelona no quiere pisar callos y ha dejado muy claro que no renuncia al desdoblamiento. Lo usará en ocasiones «sensibles» y cuando exista la «necesidad explícita de visibilizar la presencia de mujeres». Es una buena idea.

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