Manténgase fuera del alcance de los niños

Juan José Company Orell

Juan José Company Orell

No son pocos los medicamentos, productos de limpieza o desinfección y demás asimilados los que llevan en sus prospectos y etiquetas la necesidad por parte de los adultos en tomar la precaución de mantener aquellos elementos alejados de la curiosidad de los niños; en los Estados Unidos se admoniza a los padres y tutores de menores a ser exquisitos en igual y mucho más perentorio alejamiento de armas de fuego de la curiosidad infantil. La falta de tener en cuenta esas precauciones y cuidados puede llegar, y de hecho llega, a conllevar letales consecuencias; la organización Every Town for Safety Gun, que brega para conseguir un adecuado control de armas en el País Norteamericano, sobre todo en cuanto al peligro en aumento de incidentes en los que se emplean armas de fuego y que afectan a menores de edad, indica que solo en lo que va de este año ha habido veinte de esos siniestros, de los que se denominan tiroteos no intencionados, con un saldo de nueve fallecidos y doce heridos. Soy de la opinión de que no son los objetos inanimados los culpables de las desgracias causadas con ellos, sean los dichos objetos productos químicos o armas de fuego, los cuales depositados correctamente en su lugar de guarda por si mismos no son causa de nada, ni bueno ni malo; tan solo la acción humana les convierte en elementos peligrosos y mortales.

Últimamente observo que no son extraños los episodios en los cuales se utilizan otro tipo de objetos, que como tales pueden ser de beneficiosa ayuda a los sapiens pero también, cual hacha de pedernal de nuestro tiempo, causantes de no pocas consecuencias molestas, dañinas y difícilmente soportables, incluso letales, para esa misma especie humana: el terminal personal de telefonía inalámbrica, para entendernos, el móvil. Casi no pasa jornada sin que nos lleguen noticias de la utilización de esos objetos, por parte de sus portadores, para el rastrero objetivo de hacérselas pasar canutas a los demás, mediante todo tipo de triquiñuelas informáticas, aplicaciones y virulencias de muy variada factura.

El problema se agrava, a mi entender, cuando esos aparatitos, en apariencia tan serviles, son utilizados nocivamente por menores para hacerles la vida imposible a otros menores y no es extraño que esa especial violencia internauta lleve a alguna de sus víctimas a acudir a la desesperada solución de poner fin a su existencial. De todos es conocido esa especial cualidad del móvil que puede seguir siendo smart al tiempo que permite que su dueño se comporte como un imbécil. No tengo estadísticas a mano pero barrunto que existen en nuestro país muy pocos niños en edades tempranas que no dispongan de su aparatito, seguramente regalados por sus mayores, en principio sin duda para asegurarse la seguridad del menor y la tranquilidad del mayor, pero que acaban siendo utilizados por esos menores para fines no tan recomendables. Cuando esos teléfonos son utilizados en ámbitos escolares para amargarle la vida a un condiscípulo o condiscípula el asunto adquiere aspectos preocupantes por cuanto quiere decir que algo en el mundo de la enseñanza y de la educación, que no tienen porqué ser sinónimos, está fallando estrepitosamente. El asunto de los móviles utilizados malamente va desde lo de mandar fotos de contenido altamente inadecuado hasta esa nueva recreación del bullying escolar, con mensajería denigrante para el elegido para el linchamiento y esto es cosa seria que debiera hacernos cavilar en busca de soluciones.

Cierto que en las escuelas y colegios siempre ha existido el que va buscando y creando problemas con y para sus compañeros de aula, pero antes el buscapleitos de turno tenía que llevar a cabo sus inquinas en persona, de cara, con lo cual en ocasiones se arriesgaba a que alguien igual de dispuesto que él se la partiera, ese era un riesgo presente para el grandullón y por tanto había que otorgarle a su comportamiento la consiguiente dosis de coraje compatible con su evidenciada mala intención; ahora no, en nuestros días tal valentía, si como tal se la puede calificar, brilla por su ausencia en esas mismas, e igualmente condenables conductas realizadas manu telefónica; en esta nuestra época el acosador o acosadora de turno puede perfectamente ocultarse arteramente tras la impunidad que dan tanto algunas redes sociales como la pantalla del oxido de indio y estaño del móvil; así que vamos a menos, a peor; antes el menor, o no tan menor, abusador o abusadora era igual de malaje que los de ahora pero no se le podía calificar de achantado, tenía que llevar a cabo sus acciones machacantes a campo abierto y, concedámoslo, con cierto riesgo para su integridad; ahora a la malignidad de siempre hay que sumarle la cobardía del enmascarado cibernético.

Lo último del invento portátil, al parecer, es repartirse entre móviles de escolares fotos de niñas desnudas gracias a un sistema, utilizado luego tanto por menores como por menos menores, generado por inteligencia artificial; habrá que preguntarse dónde está la natural.

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