Entrebancs

Sociedad en conflicto

Antonio Tarabini

Antonio Tarabini

Adiferencia de otras épocas de la historia, vivimos hoy en una sociedad amenazada por crisis y catástrofes como la crisis climática (inundaciones, incendios y sequías). Añadido por enemigos exteriores (desde la guerra en Ucrania, a la guerra de Israel/Palestina). Tales imputs, además de poner en jaque nuestros modos de vivir, aumentan una sensación de descontrol sobre el mundo que parece discurrir al margen de nuestra voluntad política, es decir, de nuestra capacidad para gobernar y gestionar las transformaciones políticas y socioeconómicas necesarias.

Al menos cuatro grandes transformaciones desarrolladas en las últimas décadas. Primera, la digitalización que ha hecho circular al mundo de lo analógico a lo digital. Segunda la revolución demográfica, que convirtió a Europa, cuna de ese contrato social, en un espacio compartido de gente envejecida después de haber sido un continente joven. Tercera: la globalización, que ha llegado a ser el marco de referencia de nuestra época desplazando al Estado-nación. Y cuarta la revolución conservadora, hegemónica desde la década de los años ochenta del siglo pasado, ha priorizado las virtudes del individualismo, que cada palo aguante su vela, olvidando los principios mínimos de solidaridad social.

Hoy ¿es posible crear un clímax que posibilite y facilite la reconciliación entre la economía de mercado, el progreso social y la democracia plural? Acudo a Antón Costa, gurú de la necesidad y urgencia de un Contrato Político, Económico, Social y Territorial.

Primero. Una mejor gestión macroeconómica para estabilizar la economía y acabar con el recurrente ciclo maníaco-depresivo, con fases de fuerte expansión y creación de empleo seguidas por otras de intensa caída y destrucción. Los más perjudicados por este comportamiento bipolar son los más débiles, incluida la microeconomía.

Segunda. La pobreza y la desigualdad no vienen solo de los bajos salarios sino de los precios superiores a los costes que pagan los hogares españoles por muchos de los servicios y bienes de consumo. Eso es otra manera de decir que son problemas de voluntad y de eficiencia.

Tercero. Poner el foco en los factores olvidados del crecimiento, la productividad y el empleo. Las políticas están sesgadas hacia la desregulación y precarización del mercado de trabajo. Hay que equilibrarlas prestando atención al liliputismo empresarial, al modelo de empresa jerárquico y tradicional y al clima social.

Cuarto. Redistribuir y no fomentar de nuevo el endeudamiento. Eso es lo que provocó la crisis financiera y económica de 2008. Los principales perjudicados fueron los más débiles. Ahora sabemos que una sociedad más equitativa genera una economía más eficiente y estable.

Quinto. «Democratizar» la democracia para que las políticas respondan al bien común y puedan reducir la desigualdad y la pobreza. Y también reeescribir el manual de funcionamiento del estado de las autonomías sin que implique privilegios. El actual modelo del Estado de las Autonomías está obsoleto. Su reforma no puede afrontarse sólo con meros mecanismos administrativos/contables. Son imprescindibles reformas estructurales (territoriales, administrativas y políticas) del Estado de las Autonomías, posiblemente desde una estructura federal reforzada.

El futuro no está escrito. O se revienten estas tendencias, o vendrán los fanáticos agitando sus banderas.

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