El grito adolescente

Emma Riverola

Emma Riverola

A veces, las noticias se ordenan como constelaciones. Cada una remite a un tema, pero el conjunto parece adquirir un significado propio. Ahí van unas cuantas de los últimos días: la Fiscalía ha advertido de un «alarmante» aumento de las agresiones sexuales y de otros actos violentos cometidos por menores; según la Conselleria de Salut, las chicas de entre 12 y 25 años son el colectivo con más intentos de suicidio; la ecoansiedad está afectando cada vez a más jóvenes, un estudio realizado por The Lancet con datos de 10.000 jóvenes de entre 16 y 25 años de diez países revela que el 75% de ellos piensa que el «futuro es aterrador»; debido al precio de la vivienda, la edad de emancipación es la más elevada en década, según el Consejo de la Juventud de España...

Un presente emborronado de tristeza y violencia, y un futuro cercado por una inquietud cargada de razones. Es evidente que nuestros niños y adolescentes nos están diciendo -gritando- algo, y no está muy claro que sepamos escucharlos. Menos aún que seamos capaces de ofrecerles respuestas.

«Gran parte de la planificación actual hace caso omiso del aspecto más profundo de la educación. Se dedica a producir profesores y mecánicos, pero no se pregunta cómo obtener de las escuelas gente más feliz, más sincera, menos neurótica, con menos prejuicios», esta cita pronto cumplirá 80 años. Pertenece a A. S. Neill, el educador inglés que fundó la mítica escuela Summerhill, sueño de libertad de los años 70.

Lejos de cumplir el ideal de Neill, sobre nuestros hijos planea la infelicidad, la enfermedad mental y el machismo. Las redes sociales, el uso excesivo del móvil o el acceso a la pornografía se suelen señalar como la explicación de muchos males, pero quizá no son más que el acelerador del desastre. Si entendemos la felicidad en el sentido orteguiano -el camino de cada persona hacia su propia plenitud- nos asaltan infinidad de dudas sobre el sistema educativo actual.

Los elevados niveles de segregación escolar, la desigualdad que favorece el abandono de los estudios o la amenaza del pin parental que enquista las miradas son algunos de los muchos problemas a los que se enfrenta la escuela. Al fin, se necesitan recursos, recursos y más recursos. Para ahondar en la investigación educativa. Para formar, seleccionar y motivar al mejor profesorado. Para convertir las aulas en catalizadores de la transformación social. Ya que estamos legando un mundo agónico, dotemos a nuestros hijos de las herramientas para sobrellevarlo. Incluso, para la ingente tarea de repararlo.

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