Tierra de nadie

No me lo creí, etc.

Juan José Millás

Juan José Millás

Cojo el primer taxi de septiembre, que es como el primer taxi de mi vida. Todo está a estrenar en este mes del comienzo de curso.

—Se le ve a usted moreno —me dice el conductor.

—De caminar —respondo.

Está claro que quiere iniciar una conversación y espera que yo le ayude un poco.

—Usted, en cambio, está blanco —apunto.

—Es que no creo en el descanso. He trabajado todo el verano.

—¿Y se encuentra bien?

—Perfectamente. Me niego a participar de la quimera del veraneo, que proporciona mucha infelicidad tanto a los que pueden participar de ella como a los que no.

—Ya —digo.

—Yo es que he estado en los dos lados —añade entrando en materia.

—¿Sólo hay dos lados? —pregunto.

—Quizá haya más, los únicos que conozco son este y el otro.

—¿Y cómo es el otro?

—Idéntico a este. La única diferencia es que se le ven las tripas, las costuras.

—¿Qué quiere decir?

—Que se le nota la sustancia y está hecho de aire. Hasta el hormigón, con lo pesado que es, visto desde el otro lado, es puro humo. He comprendido que la vida es puro humo desde el taxi.

—¿Y pasa usted mucho tiempo en el otro lado?

—Voy y vengo, según el estado de ánimo.

—¿Y en que lado está usted ahora, en el de allá o en el de acá?

—En el de allá, lo mismo que usted.

Lo cierto era que acababa de llegar a Madrid, donde resido habitualmente, y tenía una sensación de irrealidad alucinante. Todo me parecía líquido, inconsistente, pura ficción. Delirio.

—Pues me dirigía a una reunión de trabajo -digo.

—Vaya usted —me aconseja el taxista—, pero no se crea nada de lo que oiga.

No me lo creí, etc.

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