Limón & vinagre

Limón & vinagre | Jorge Azcón, presidente de Aragón: Tal vez Gracián se remangaba la camisa

El presidente de Aragón, el viernes pasado, en un momento de su discurso de toma de posesión.

El presidente de Aragón, el viernes pasado, en un momento de su discurso de toma de posesión. / JAVIER BELVER / EFE

Albert Soler

Albert Soler

Jorge Azcón se remanga las mangas de la camisa hasta mitad del antebrazo para que nadie tenga dudas de que es del Partido Popular. En algún momento, en el mismo instante de la fundación del partido, alguien decidió que el uniforme oficial de los cuadros populares sería éste, y así se ha seguido y se va a seguir, por lo menos mientras sigan existiendo camisas. Probablemente consta en los mismos estatutos, en lugar privilegiado, al lado del artículo que designa la gaviota —o lo que sea el pájaro— como símbolo del partido. Un popular que aspire a progresar en política no puede llevar las mangas hasta las muñecas, de la misma manera que un legionario no va a llevar la camisa abotonada hasta el cuello.

Jorge Azcón lo entendió ya de joven, cuando se afilió a Nuevas Generaciones. Es ahí, en las juventudes del partido, donde quienes aspiran a llevar las riendas del país aprenden a remangarse la camisa. No en el sentido figurado de trabajar arduamente —aunque algún caso se ha dado— sino en el textual de doblar las mangas hasta mostrar unos centímetros de antebrazo. En los cursos de verano de Nuevas Generaciones, los cachorros del partido reciben la visita de viejos dirigentes que, pacientemente, les muestran los pasos a seguir hasta que la manga se torna inequívocamente popular. No es fácil, unos centímetros de más o de menos pueden llevar a la confusión y hacer que un futuro subsecretario o director general parezca un simple labriego acalorado, tal vez hasta de izquierdas.

Uno siempre ha querido saber qué lleva a jóvenes en edad de divertirse a afiliarse a las juventudes de un partido, aunque después de ver hace poco en Lisboa a los jóvenes cristianos en su encuentro con el Papa, he llegado a la conclusión de que cualquier excusa es buena para correrse una juerga. Incluso la política. Juventud y política deben repelerse, de modo que si un joven se ha metido en política, significa que no es joven. Claro que, a la larga, bastantes consiguen vivir de la política y yo me tengo que contentar con escribir sobre ellos.

Sobre Azcón, por ejemplo, quien tras haber sido alcalde Zaragoza, es el nuevo presidente de Aragón, gracias al apoyo de Vox. El nuevo presidente aragonés pasa por ser hombre que rehúye la polémica, así que se ha cuidado mucho de conceder a sus socios de gobierno consejerías desde las que no puedan crearla, que capaces serían de censurar películas de Buñuel o exposiciones de Goya —por más aragoneses que sean— amparándose en cualquier peregrino motivo. Vox dirigirá la distribución de los fondos europeos en la comunidad, que en temas técnicos y de números las posibilidades de ejercer populismo son escasas. A quien ha colocado Azcón al frente de Hacienda es a Roberto Bermúdez de Castro, ejecutor del 155 en Cataluña cuando el intento de secesión. El solo nombre de Bermúdez de Castro produce terror entre los pocos lacistas que quedan, no porque arrasara Cataluña a sangre y fuego para devolverla a la senda de la legalidad, sino por todo lo contrario: porque demostró que un funcionario con un bolígrafo y una libreta se bastaba para poner firmes a quienes poco antes se creyeron unos Braveheart sin falda a cuadros. Bermúdez de Castro sacó entonces a la luz las vergüenzas de los líderes catalanes, y dirigiendo la Hacienda aragonesa amenaza ahora con mostrar otras vergüenzas: las de los impuestos catalanes.

En sus primeras declaraciones, Azcón anunció que rebajaría el IRPF autonómico, que prácticamente eliminaría el impuesto de Sucesiones, y que el de Patrimonio sería también modificado a la baja. A este paso, y teniendo en cuenta que los otros vecinos de Cataluña —Baleares y Valencia— van por el mismo camino, no solo va a continuar la deslocalización de empresas catalanas, sino que los mismos catalanes vamos a terminar emigrando a lugares tributariamente menos crueles, aquí no va a quedar más que la nomenklatura, o sea, los miembros de la Generalitat y sus familias. Espero que Azcón y sus homólogos balear y valenciano se lo repiensen, y si no es así, que acojan cristianamente al éxodo de catalanes que va a producirse.

Para demostrar que a culto y a aragonés no le gana nadie, en su primer discurso, Azcón citó a Baltasar Gracián. El autor de El Criticón recomendó para la vida política exigencia, inteligencia, discreción y prudencia, y aunque nada dijo de llevar la camisa remangada, a ello quiere abonarse Azcón. Yo, como no milité en Nuevas Generaciones, hubiera preferido que citara a otro aragonés, Luis Buñuel: el pecado le da muchas más oportunidades al deseo.

El presidente de Aragón, el viernes pasado, en un momento de su discurso de toma de posesión.

Suscríbete para seguir leyendo