Conviértete en alguien de derechas

Miqui Otero

Miqui Otero

Asistir, minuto a minuto, a cómo alguien de izquierdas se convierte en una persona de derechas es un privilegio de nuestra era. Es algo así como presenciar la milagrosa metamorfosis, en un documental a la hora de la siesta, de capullo a mariposa.

A veces, el proceso recuerda a un transatlántico encallado en un canal, sin maniobrar convincentemente, sin salida retórica válida, chocando a un lado y a otro. En ocasiones, la imagen es la de un camión intentando adelantar durante kilómetros a otro en una de esas rectas eternas de las carreteras de Castilla: la imagen de los tráileres conduciendo en carriles paralelos a velocidad similar inspira sensaciones de molestia, comedia, miedo, torpeza.

Antes, nos alarmábamos cuando revisábamos la biografía de tal opinador neoliberal con trazas fascistoides y veíamos que en su juventud había sido del PSUC o maoísta. Ahora, con la exposición en redes sociales, podemos ver ese cambio a cámara lenta. A veces se sitúan a la izquierda de la izquierda, aunque en realidad son personas de izquierdas de derechas. Y llegan ahí a través de cinco cómodos pasos.

Primero: haces comentarios irónicos en contra de la izquierda, o a favor de la derecha, hasta que (¡magia!) los comentarios, de un día a otro, dejan de ser irónicos. Es como cuando cantas, en una boda o en un karaoke, canciones que dices que son espantosas, pero, de repente, te descubres berreándolas desnudo en la ducha (lágrimas en los ojos) para acabar diciendo que son buenísimas. Con la ideología pasa algo parecido. También es como cuando sueltas de un amigo «qué cabrón», primer paso para que lo consideres, efectivamente, un cabrón (y un enemigo).

Segundo: esos comentarios los haces con la furia del converso. Eres tan de izquierdas, que todo lo que hace la izquierda te parece basura (o no de izquierdas). Normalmente, quien fue dogmático en un punto del arco ideológico, lo puede ser en el contrario. Con condescendencia y sin piedad. Porque es como el exbebedor que se vuelve vigoréxico cambiando, con personalidad adicta, el bar por el gimnasio.

Tercero: sigues diciendo que eres medio comunista, pero de repente te dan la razón personas ultraconservadoras y son esos medios los que te ofrecen tribuna. Es difícil decir que eres de un equipo si estás en el palco del contrario jaleando como el que más (aunque digas que a ti te gusta el buen fútbol, o la gestión correcta, por encima de los colores).

Cuarto: durante un tiempo, eres bifronte. Dices que no te has movido de tu lugar, pero, si te giras, tienes al lado a los que eran tus enemigos. La ideología no es terraplanista, sino esférica, como el planeta Tierra. Deducimos, entonces, que para ese tipo de persona es un acto de coherencia universal ser de derechas. O de izquierdas de derechas.

Y quinto: si bien durante mucho tiempo argumentas como una persona de derechas, vistes como una persona de derechas, te enfadas como una persona de derechas, sigues diciendo que eres de izquierdas. Algo así como el gag de Faemino y Cansado en el que el paciente fuma en la cara del otro y le dice: «Esto no es un pitillo». Sin embargo, en algún momento, después de decir una cosa en privado y otra en público, tras meses de mentirte sin lograr engañarte, te proclamas de derechas. Es el momento James Brown, que cantaba «Say it loud: I’m black and I’m proud», pero en versión: «Dilo bien alto, soy algo fachilla y estoy orgulloso». Has completado la metamorfosis. Pensando que nadie lo ha notado, como piensan los borrachos que intentan caminar recto o argumentar claro.

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