La pregunta es muy sencilla: ¿Queremos salvar y garantizar la continuidad de aquellos negocios, chiringuitos y restaurantes de playa, populares, con arraigo y décadas de historia de nuestra costa, la actividad y los puestos de trabajo que generan? ¿Sí o no? Así de fácil. Algunos lo tenemos muy claro: Sí, por supuesto. Somos muchos los que lo creemos y por eso llevamos meses dando la batalla para ello. Porque ya forman parte de nuestra costa. Porque forma parte de nuestra identidad e incluso, para muchos, de nuestros recuerdos.

Todos somos conscientes y compartimos el reto que implica el cambio climático para nuestro litoral y la relevancia de la protección de nuestra costa, y pensamos que hay que trabajar por ese equilibrio entre la actividad humana y el medio ambiente, que nadie representa mejor que todos esos establecimientos perfectamente integrados en el entorno, como parte más del paisaje, y cuyos propietarios se han dedicado a cuidar durante años con cariño y esmero nuestras playas.

La ley de Costas de 2013 y su posterior reglamento de 2014 trató por primera vez de conjugar ese equilibrio, entre la protección de la costa y la actividad humana, asumiendo el reto al que se enfrenta nuestro litoral, pero estableciendo excepciones ante la complejidad y las exigencias que planteaba, precisamente, para dar seguridad jurídica a aquellos casos singulares, para aquellos casos como ante los que nos encontramos hoy y a los que se les ha puesto en la diana, mientras se ha cerrado la puerta a esas excepciones previstas inicialmente.

Con cambios normativos en las leyes, en los reglamentos, con informes supuestamente técnicos, se ha vestido en el último año de defensa del medio ambiente lo que es una ofensiva en toda regla contra estos establecimientos, fruto de las obsesiones de unos pocos. Así lo denunció la presidenta del Partido Popular de Balears, Marga Prohens, en el Congreso, en Madrid, reclamando al Gobierno escuchar a los afectados y dar marcha atrás en su Reglamento de Costas.

Los chiringuitos de Es Trenc, el de sa Font de n’Alís en Mondragó, Can Gavella, Opa & Oma y La Ponderosa en ses Casetes des Capellans, en Muro, entre tantos otros, nos han llevado el último año a dar la batalla. Y ahora la daremos por El Bungalow. Vaya que si la daremos.

Hablamos de un negocio que han levantado cuatro generaciones de mujeres en una de las construcciones más antiguas de Ciudad Jardín, un restaurante querido por clientes y vecinos, que ya han salido a la calle con un grito claro de que El Bungalow no se toca.

Por eso, mientras algunos tratan de confundir, de llevar el debate al politiqueo, al y tú más, con falsos pretextos jurídicos, desde el Partido Popular trabajamos en buscar soluciones para salvar El Bungalow.

Con este objetivo, nuestro candidato a la alcaldía de Palma, Jaime Martínez, ya ha promovido que hayamos presentado en el ayuntamiento de Palma la propuesta para catalogar como bien protegido El Bungalow, por su historia y por su valor patrimonial. Con esta propuesta, damos una oportunidad a que otros se posicionen sobre si quieren proteger o no El Bungalow.

Nosotros lo tenemos claro: Salvem El Bungalow.