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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

Sueños interrumpidos

En 2022 vivimos en una sociedad amenazada por múltiples crisis, entre las que destacan la energética y la climática

Por oficio y devoción me dedico a hurgar en nuestras diversas realidades (económicas, sociales, políticas, cívicas, culturales…) que con sus éxitos y fracasos constituyen nuestra sociedad. Dicho lo cual, mirando de reojo a los sociólogos de prestigio, mi marco de análisis y reflexión es la constatación de una realidad. Parece que hemos superado la pandemia del Covid-19; ahora rige una profunda crisis socioeconómica (y política), agravada por la invasión a Ucrania, que se ha convertido en el gran catalizador de todas las inquietudes, sumiéndonos en desasosiegos e incertidumbres. En 2022 vivimos en una sociedad amenazada por múltiples crisis, entre las que destacan la energética y la climática. Como mínimo nos afectan cuatro grandes transformaciones desarrolladas en las últimas décadas: La revolución tecnológica, la demográfica, la globalización y el populismo conservador. Ahora son tantas las incógnitas, que es imposible hacer pronósticos.

En concreto, en estas líneas pretendo una aproximación a nuestra clase media trabajadora, víctima prioritaria. La crisis del 2008 se cebó de modo especial en ellas «desintegrándolas». Parte significativa de las medianas / pequeñas empresas y autónomos, se volatilizaron; la estabilidad en el empleo se perdió, las expectativas se diluyeron. Y las clases medias fueron las principales víctimas de los recortes en los servicios públicos y de unas políticas fiscales injustas. Y ahora, mientras se nos machaca por activa y por pasiva que estamos superando la macrocrisis, la realidad es la profundización de la desigualdad y la jibarización de las clases medias.

Más concretamente me refiero a un segmento denominado millenials formado por la generación que llegaron a su mayoría de edad (¿a su vida adulta?) con el cambio de siglo, y que en consecuencia ahora tienen entre 19/20 y 34/35 años. En España son más de ocho millones las personas que nacieron en la prosperidad, con un entorno político, económico y social infinitamente mejor que el de sus padres, pero que cuando llegaron a la mayoría de edad se dieron de bruces con una durísima crisis que truncó las expectativas de muchos de ellos. Son el colectivo de los sueños interrumpidos. Como decía una joven millennial de forma gráfica en un conocido programa de radio: «Somos una generación de transición. Somos la última en muchas cosas y la primera en otras tantas. Estamos entre lo viejo, que no acaba de morir, como el papel o el bipartidismo, y lo nuevo, que no acaba de nacer».

Pero, aunque un amplio grupo entró en el mercado laboral ‘clásico’ (contratos fijos, muchas horas de meritorio y sueldos bajos, confiando en ascender pronto), tal modelo está de capa caída, apareció una nueva categoría: el trabajador en activo pero pobre: nos hemos instalado en la precariedad. «Aspiramos a todo lo que han aspirado nuestros padres, pero ellos se conformaban con un trabajo que les diera de comer y nosotros queremos que nos dé de comer y nos guste». Los millennials, especialmente los que proceden de las clases medias, no encuentran un trabajo digno y de acuerdo con sus capacidades y formación.

Reproduzco de Milagros Pérez Oliva: «Por si todos estos factores de inquietud no fueran suficientes, hay que añadir la existencia de un ecosistema político tóxico, de confrontación extrema, que no sólo dificulta la gestión de la crisis sino que erosiona un intangible de difícil reparación. Que evoluciona de forma imprevisible. Aunque no todos los políticos sean iguales, se pierde la confianza en la capacidad de los gobernantes y de la oposición para tomar buenas decisiones que se limitan a ‘oponerse’ sin presentar ni defender alternativas. Cuando el todo vale, la imprevisibilidad se vuelve sistémica, surgen los populistas y hace que las incertidumbres inevitables sean todavía más insoportables».

Veremos, mañana martes día 6, se celebra un muy relevante debate en el Senado. Cuál será el talante y las propuestas del Presidente Pedro Sánchez referido a la Política Energética, que lleva más de un año pidiendo una Reforma en la UE y que ahora la Comisión Europea le da la razón; en contraste con Alberto Núñez Feijóo, líder del PP, principal partido de la oposición, que aún no ha detallado su modelo alternativo.

En nuestra comunidad, se han habilitado medios (ERTE, fijos discontinuos…) para mantener en lo posible cierta vitalidad empresarial y el empleo. La temporada alta recién concluida ha tenido elevados índices de ocupación, de gasto turístico y de empleo; pero con síntomas preocupantes de saturación. La temporada baja será dura, mientras se intentan concretar «corredores seguros» con Alemania y Reino Unido. Las previsiones de la próxima temporada alta son, valga la redundancia, imprevisibles. Se presupone que desde las administraciones públicas y las plurales iniciativas privadas se emprenderá la labor de diseñar, buscar y aplicar nuevos inputs a nuestros modelos productivos que nos garanticen una economía sostenida y sostenible, con sus consiguientes repercusiones sociales. Fácil no es; pero necesario y posible, sí.

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