A nadie se le escapa que el turismo de cruceros suscita pasiones y, algunas veces, encontradas. Para muestra, un botón: el caso de Palma. Si para una parte de la ciudadanía un barco de cruceros representa una (maravillosa) opción vacacional, sueña con recorrer el mundo a bordo y admira los constantes avances técnicos, otra parte no tiene una opinión clara. Si para miles de palmesanos su fuente de ingresos depende de esta actividad, otros azotan a la industria de forma constante, con medias verdades y argumentos poco científicos sin tener en cuenta que están poniendo en riesgo el modo de vida de muchas familias.

En las últimas semanas, noticias relacionadas con la industria han vuelto a ocupar páginas de periódicos, minutos de radio y televisión. Varios han sido los temas tratados -como diversas han sido las opiniones planteadas-, pero, sin lugar a duda, uno de los que más atención ha acaparado ha sido el Manifiesto por la Sostenibilidad del Turismo de Cruceros en el puerto de Palma, suscrito ya libremente por el 98 % de los armadores que operan de forma regular en la isla y el Govern.

Diría, sin miedo a equivocarme, que estamos ante un hito que ha sido posible gracias a que el destino ha hablado con una voz única, de forma clara y razonada y a la buena voluntad y disposición del sector: de nuevo, la industria de los cruceros ha dejado patente con hechos (y no con palabras de buenas intenciones) su compromiso con los destinos y las comunidades, y con la sostenibilidad entendida desde distintos ángulos.

El Manifiesto – resultado de la colaboración tanto con el Govern como con otros actores- busca contribuir a ordenar y mejorar la planificación de la llegada de los barcos de crucero al puerto de Palma, evitando que se produzcan picos y favoreciendo la desestacionalización. Bajo este nuevo paraguas, el destino desempeñará un papel capital, identificando y comunicando con un plazo suficiente si existe riego de que se produzca algún pico. Cabe recordar que las navieras no disponían hasta ahora de información de cuántos atraques había comprometidos en el momento de solicitar su reserva. En definitiva, una apuesta por la ‘gestión’, y no por la ‘prohibición’; una respuesta concreta a las necesidades y retos específicos de la isla, entre los que se encuentra el manejo del flujo de turistas.

Y todo ello a sabiendas que, según datos de la Agencia de Estrategia Turística de las Illes Balears, apenas el 10% de los turistas que visitan cada año Mallorca son cruceristas; turistas con un perfil que escapa del modelo de sol y playa. Así, durante su tiempo en la isla, buscan conocer sus rincones (a menudo de la mano de guías oficiales), empaparse de la cultura local, de la gastronomía; apenas consumen recursos, no generan conflictos y contribuyen de forma muy significativa a la economía local.

De hecho, y según estudios propios, cada crucerista gasta una media de 90 euros en cada destino visitado, cantidad que asciende a los 360 euros cuando hablamos del puerto de embarque. Además, y según Deloitte (datos de 2018), la industria de cruceros genera 500 millones de euros al año y más de 4.000 puestos de trabajo en Mallorca, unas cifras nada desdeñables, pero menos aún en un contexto como el actual, en el que el turismo se está recuperando de su peor crisis.

Esta contribución económica no se realiza a costa del territorio o perjudicando a los residentes, le pese a quien le pese. El compromiso de la industria con el cuidado del medioambiente no es algo reciente; de hecho, la sostenibilidad forma parte de su ADN. El sector lidera la transformación del transporte marítimo hacia un futuro más verde: reducción de la huella de carbono; búsqueda de nuevos combustibles; apuesta por la electrificación -donde es absolutamente necesaria la inversión de los destinos y puertos para desarrollar las infraestructuras que, a día de hoy, están muy rezagadas especialmente si las comparamos con los avances realizados por las navieras-; impulso de nuevas tecnologías; maximización de la eficiencia energética; apuesta por el reciclaje y la reutilización… forman parte del día a día de esta industria, que se fija ambiciosos objetivos y asienta su desarrollo en la innovación.

No quisiera concluir sin subrayar que Palma y la industria de cruceros han comenzado una nueva travesía que los llevará hacia el desarrollo del destino de una forma aún más sostenible; un ejemplo de cooperación y de entendimiento; un triunfo de la sensatez.