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Pato Conde

Graffiti

Paré en Campos para tomar un café. Iba camino al trabajo pero tenía tiempo de sobra. Elegí una mesa en la terraza e hice un gesto en el aire con mi mano derecha. Malinterpretado por el camarero, acabé bebiendo un cortado cuando lo que quería era un café con leche.

En la mesa de al lado, dándome la espalda, había un señor entonando un monólogo en tono sentenciante que atacaba a mi gremio.

–¡¿Artistas?! Presos a todos y con trabajos forzosos. Arte urbano le llaman ahora –dice, golpeando las páginas del diario.

Podía imaginar por dónde iba lo que estaba leyendo. Casi a diario salen noticias que justifican o criminalizan pintadas en espacios públicos. Yo, que más o menos estoy metido en el tema, incluso conozco gente que vive de ello, sigo sin ver la diferencia entre lo que es arte urbano y vandalismo.

–Mira eso –le dijo el hombre a su compañero de mesa señalando una fachada.– Toda la fachada pintada, horrible. Esa casa lleva allí toda la vida, deberían protegerlas de los delincuentes.

No suelo hacer estas cosas pero sentí el impulso de intervenir.

–Perdone, señor, eso que está señalando no es un graffiti ni arte urbano, es la publicidad del comercio que reside en esa casa –(La fachada estaba vestida de superficies plásticas con colores verdes casi flúor que anunciaban productos de limpieza a bajo coste.)

–¿Acaso hay alguna diferencia? –contesta mirándome directamente a la frente sin forzar cruce de miradas.

–Sí, que en este caso estoy de acuerdo con usted.

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