Trabajar en el Reino Unido (UK) como comadrona durante la crisis del Covid-19 presenta un reto desafiante. En el hospital donde trabajo en pleno corazón de Londres, que atiende a unos 6.000 nacimientos al año, el coronavirus no ha frenado para nada la actividad frenética del departamento de maternidad que sigue dando dando la bienvenida a decenas de bebés al día en medio de la vorágine actual.

Los hospitales están trabajando a contrarreloj para adaptar sus protocolos de atención al embarazo y el parto a las nuevas recomendaciones oficiales. Los cambios son muchos, y rápidos: algunos controles que se hacían en persona, ahora se hacen de forma virtual minimizando el numero de visitas de las mujeres al hospital, y se habilitan unidades especiales para atender partos de mujeres con Covid-19 separadas del resto del paritorio. UK es un país de una larga tradición de partos en casa, pero debido a la crisis hemos visto también un gran aumento en la demanda del parto domiciliario como forma de escapar del virus.

Las familias están viviendo con mucha frustración y desconcierto todos estos cambios y resulta muy difícil responder a las preguntas que se hacen sobre los efectos del virus en el embarazo. Las incógnitas son muchas y los datos pocos y muy limitados. Con la evidencia que tenemos ya se ha establecido que la transmisión vertical (de madre a hijo durante la gestación) es muy improbable y también lo es que el virus tenga ningún efecto sobre el desarrollo del futuro bebé. Tampoco existen certezas absolutas sobre que las embarazadas tengan más riesgo de padecer Covid-19, o que tengan cuadros clínicos más graves. Para los bebés los datos son incluso más alentadores, éstos no parecen particularmente susceptibles al virus, y tienden a presentar síntomas muy leves.

El mayor reto para las comadronas es como seguir atendiendo los nacimientos de la manera más amorosa y humana posible, en un contexto hipermedicalizado por el coronavirus. Además, la obstetricia ya es de por sí una disciplina que intenta siempre minimizar el riesgo, a veces pecando de un exceso de intervencionismo para conseguirlo. Las recomendaciones oficiales hasta la fecha han sido muy claras: la infección por Covid-19 no debería de ser motivo en sí mismo de aumento en las intervenciones, como las cesáreas o inducciones al parto, siempre que madre e hijo se encuentren bien. Tras el parto, se recomienda que madre y bebé permanezcan juntos y establezcan la lactancia materna desde la primera hora del nacimiento si no presentan síntomas graves. Está demostrado que los beneficios que la lactancia ofrece, entre otros su protección frente infecciones respiratorias, superan con creces los riesgos de un posible contagio. Mi labor, por tanto, se basa en una idea sencilla: recordar a las mujeres que sus cuerpos son mágicos, que han mantenido protegido a su bebé durante nueve meses y que ahora sabrán parirlos, con o sin coronavirus. Las mascarillas y los guantes sin duda se interponen a la transmisión del mensaje, pero en los partos las miradas pueden decirlo casi todo.